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lunes, 17 de agosto de 2009
El Cristal de Vida
El cristal de vida
En el pequeño pueblo de Paula nunca pasa nada extraordinario. Todo el mundo hace las mismas cosas cada día. Por las mañanas los niños van a la escuela, y los mayores a sus tareas correspondientes... unos recogen el trigo mientras otros cortan la leña, y así hasta la hora de comer. Por las tardes los mayores ayudan a estudiar a los más pequeños, y luego cada uno se dedica a sus cosas. Cuando llega la hora de la cena, cada familia se retira a su hogar. Y así transcurren los días. Nunca ocurre nada, no hay sorpresas ni diversión. Es un lugar monótono y aburrido.
Hasta que un día....
Era viernes, y como todos los viernes por la tarde después de hacer los deberes, Paula salió a jugar a la plaza del pueblo. Al llegar se extrañó, porque todas sus amigas y amigos, estaban esperando en la puerta de la panadería, con cara de sorpresa. Paula les preguntó con curiosidad -¿qué está pasando aquí? – pero nadie respondía, estaban demasiado entretenidos con la novedad.
- Pero ¿qué pasa? - ¿qué estáis mirando?- preguntaba Paula.
Como nadie le contestaba, decidió acercarse a la panadería a ver qué estaba ocurriendo. Asomó la cabeza a través de la puerta y ¡madre mía! ¡Vaya sorpresa!
Salió corriendo a su casa, eso tenían que verlo sus padres.
- ¡Qué alegría jajajajaaa! Paula no podía parar de reír, era la primera vez que algo así ocurría en su pequeña comunidad.
Cuando llegó a casa entró gritando - ¡Mamá! ¡Mamá! -
- ¿Qué ocurre? ¿A qué vienen esos gritos? - dijo la mamá de Paula.
- ¡Corre mamá, ven a ver lo que hay en la panadería! - y sin perder tiempo cogió a su mamá de la mano y salió a la calle en dirección a la plaza del pueblo.
La mamá de Paula no entendía nada; decidió que lo mejor sería seguir a la pequeña.
Cuando llegaron, la niña señaló con el dedo la panadería y dijo - allí mamá....allí está.
De repente salió el dueño de la tienda gritando a todos - ¡venid todos! jajaja ¡esto es increíble!
La niña entró en la tienda como una flecha, cogió aquella preciosidad y salió a la calle. Todos se quedaron mirando con cara de tontos y una sonrisa de oreja a oreja.
A la madre de Paula se le escapó un grito de ¡hurra! cuando vio aquello, y todos le siguieron gritando al unísono: ¡hurra!, ¡hurra!
-Mamá ¿por qué estamos todos tan contentos? - preguntó la pequeña Paula - ¿quién es?, ¿por qué brilla?
-¡Para o no podré contestarte jaja! – Le dijo su madre. Paula calló para dejarla hablar.
- Creo que lo mejor es que preguntemos a nuestra pequeña visitante - dijo la mamá de Paula.
- Yo lo haré - dijo el panadero- ¡estaba en mi tienda!
Simón, que así es como se llama el panadero, se acercó a aquella criatura brillante y maravillosa, y con mucha delicadeza le preguntó - ¿quién eres?
- Soy el hada de las alegrías jijiji... por eso estáis todos tan contentos desde que llegué al pueblo jijiji-.
-¡Ah! - dijeron todos con asombro.
- Y ¿por qué has venido a nuestra comunidad? ¿Cómo te llamas?- Preguntó Paula, sin dejar de mirar el precioso cabello naranja de la recién llegada, que no medía más de treinta centímetros -.
- Me llamo Alegría-. Dijo el hada con voz musical.
En el pueblo todo eran risas desde que Alegría llegó. Seguían haciendo las mismas cosas de siempre; pero de forma más divertida. A la hora de la comida, contaban chistes, hacían gracias y reían más a menudo. La pequeña comunidad se estaba convirtiendo en un lugar mucho más divertido, donde el aburrimiento estaba cada vez más lejos de sus habitantes.
Una mañana de domingo, cuando todo el mundo estaba aún durmiendo, las campanas de la iglesia repicaron estrepitosamente; pero sólo los niños y niñas se despertaron. La curiosidad les llevó al campanario, donde les esperaba Alegría, con el pelo lleno de estrellitas de colores. Los niños y niñas se quedaron deslumbrados al verla.
Paula fue la primera en preguntar -¿qué ocurre Alegría?, ¿por qué suenan las campanas?, ¿y por qué los adultos no se despiertan, no se habrán quedado sordos?-.
- Hoy vais a viajar a un lugar mágico, tengo una misión que cumplir. Allí no pueden ir los adultos, por eso no se despiertan. Será un día especial para todos- dijo Alegría sonriendo.
-¿Una misión? - dijo Paula emocionada.
- Sí, y tú me vas a guiar, eres muy importante en esta cuestión- contestó Alegría.
- ¡Hurra! gritó la niña, sin poder contener su emoción y empezó a dar saltos como un canguro; todos la siguieron sin parar de reír.
Alegría revoloteó entre los chiquillos diciendo: ¿veis las estrellas que llevo en mi pelo?- ¡¡¡ Siiiii!!! - gritaron todos a la vez, y en ese mismo momento, las estrellas se desprendieron de ella y empezaron a flotar alrededor de los niños y niñas, las había de todos los colores.... roja, verde, azul, amarilla, morada ,rosa; había una para cada niño. Paula se acercó a la estrella rosa y se subió en ella, y los demás hicieron lo mismo, eligiendo el color que más les gustaba.
Las estrellas subieron y subieron hasta el cielo. Alegría iba delante marcando el camino. Paula no podía creer lo que estaba pasando ¡parecía un sueño!
A medida que subían, el paisaje se hacía más y más pequeño a sus pies ... de pronto estaban encima de las nubes y Alegría les señaló con el dedo apuntando a un paisaje increíble... ¡Santo cielo!, ¡caramba!, ¡guauuu! ¡Aquello sí que era algo nunca visto!, ¡era mágico!, ¡extraordinario!
Se dirigieron a ese maravilloso lugar llenos de impaciencia.
-Estáis justo encima de la Isla de Gelatina de Fresa-. Aclaró Alegría.
Todo era de gelatina transparente y roja, los rayos del sol traspasaban cada rincón, reflejando una luz llena de brillos rojizos. Los niños y niñas no podían parar de reír y reír, se sentían tan felices allí....
La Isla de Gelatina de Fresa siempre ha gustado mucho a las hadas. Tiene montañas de todos los tamaños, con toboganes que van desde lo más alto hasta el lago de perlas de gelatina. Hay muchas cuevas llenas de luz gelatinosa, que se comunican entre ellas, formando un laberinto muy alegre y lleno de magia.
Al bajarse de las estrellas, ¡qué divertido!, la gelatina empezó a temblar bajo sus pies, y los niños y niñas, caían rodando, por aquel suelo blandito que los zarandeaba sin parar. ¡Nunca se habían divertido tanto!
Alegría se dirigió a Paula y le entregó un cristal con forma de hoja de parra. Paula se lo quedó mirando, y después miró al hada con curiosidad.
- ¿Es para mí? - preguntó.
- No, es mi Cristal de Vida, todas las hadas tenemos uno, nos lo entrega el hada Naturaleza cuando nacemos, y tenemos que entregarlo a nuestra alma gemela en la Tierra. Ese es el motivo por el que llegué a vuestro pueblo.
-¿Y quién es tu alma gemela?- preguntó Paula emocionada –
- Tú, y tienes que ir al laberinto que hay en las cuevas. Nadie debe ir contigo, deberás hacerlo sola.
Paula estaba intrigadísima, quería saber por qué tenía que llevar aquél cristal a las cuevas. Alegría le leyó el pensamiento y le explicó:
-Ese cristal lleva la magia que tenemos las hadas, nos protege y nos da la vida eterna. Si lo pierdo me convertiré en mortal y envejeceré. Sólo hay un sitio seguro para estos cristales, y es en el laberinto de las cuevas. Ninguna bruja, ni ser malvado puede entrar aquí, los reflejos rojos de la gelatina son mortales para ellos. Por eso es tan importante depositar nuestro Cristal de Vida en este lugar.
- ¿Y por qué tengo que llevarlo yo?, ¿no es más seguro que lo hagas tú? - dijo Paula con preocupación, no quería perder el cristal y ser la causante de algo tan terrible como la vejez de un hada. ¡Qué responsabilidad para una niña! pensó.
- Jajaja- Alegría no pudo contener la risa al ver la preocupación de la niña - ¡No hay ningún peligro! ¿Sabes por qué no lo llevo yo? En las cuevas hay una música que suena cada vez que pasa el viento; las hadas nos dormimos al escucharla y nunca más volvemos a despertar… Es el único lugar de esta isla al que no debemos pasar.
Paula no perdió ni un segundo y se dirigió al laberinto de gelatina, estaba deseosa por verlo. Se sentía importante, era la primera vez que tenía una verdadera responsabilidad. Cuando sus padres supieran que ella estaba siendo la protagonista de una gran aventura, se sentirían orgullosos y querrían contarlo a todo el mundo jajajja.
- ¡Qué lugar tan divertido!, el suelo tiembla a cada paso que doy, y huele a fresa ¡Apuesto a que sabe igual que su olor! - dijo Paula en voz alta, mientras se dirigía hacia las cuevas.
Entre tanto, Alegría enseñó a los niños un prado de gelatina de menta. Era una rareza de la isla, ya que todo era de fresa, excepto la pradera verde. Fue un capricho de Karina, un hada que cuida de la Isla de Gelatina de Fresa. Karina tiene el poder de cambiar los sabores de todo. Un buen día se le antojó el sabor a menta y creó aquella pradera. Desde entonces, es el lugar de recreo de las hadas.
Entre juegos y risas, el estómago de Ismael empezó a rugir.
-¡Qué bien huele la menta! ¿Puedo comer?- preguntó el pequeño, que estaba deseando dar un mordisco al suelo.
Alegría pegó un brinco al escucharle. Esas palabras le recordaron algo y exclamó: -¡Paula no debe comer gelatina! ¡Eso será terrible!
Los pequeños niños y niñas se quedaron quietos de repente, la seriedad de Alegría les sorprendió. No entendían qué pasaba.
-¿Terrible?; pero si a Paula le encanta la gelatina de fresa.- dijo Ismael sin comprender tanta alarma.
Alegría les contó que la gelatina atrae la magia del Cristal de Vida. Si Paula comía y la magia entraba en ella, se convertiría en hada, y dentro de las cuevas, la música la dormiría eternamente. ¡Eso sería terrible! Alegría se sentía culpable. ¿Cómo pudo olvidar algo tan importante? Su pelo naranja se puso gris por la preocupación.
- Tengo que avisarla cuanto antes-. Exclamó Alegría. Y voló tan rápido como le dejaron sus alas, esperando llegar a tiempo. Los niños y niñas la siguieron muy asustados.
Frente al laberinto de cuevas, Alegría empezó a llorar desconsoladamente, nunca antes había sentido tanta desesperanza… y lo peor de todo, se sentía triste ¡algo terrible debía estar ocurriendo en las cuevas! Lo sentía en su corazón. Estaba tan cansada, que no podía casi respirar. Miró a los niños y vio que en sus ojos se reflejaba miedo.
-¿Qué me ocurre?-. Preguntó el hada.
Alegría sacó un espejo de su vestido naranja y se miró, viendo en su reflejo a una mujer mayor, con pelo gris y una cara llena de arrugas.
-¿Pero qué esto? no entiendo lo que ocurre. Aquí El Cristal de Vida está a salvo, no puede romperse al caer puesto que todo es gelatina, tampoco hay malvados por aquí... ¡qué ocurre!- Alegría no paraba de hacerse preguntas.
Empezó a llorar llena de pena, sus lágrimas mojaron el suelo, y como si de semillas se tratase, una planta brotó...
...y todos fueron testigos de cómo crecía una flor blanca. De la flor salió una bellísima joven, con una larguísima melena dorada como el sol.
-Hola, soy Naturaleza, ¿de quién son las lágrimas que me han traído aquí?
- Oh mi amada Naturaleza. He cometido un terrible error y están pasando cosas que no podía imaginar. Mírame, soy una anciana. Y no comprendo por qué. Mi cristal ya está en la cueva ¿por qué no me está protegiendo? Soy hada de las alegrías y no puedo parar de llorar… ¿Qué está pasando?- preguntaba entre sollozos Alegría.
Naturaleza miró con cariño a su pequeña amiga y le preguntó - ¿Pues qué error has cometido para estar así?-
- Mande a mi alma gemela al laberinto de gelatina, ya conoces el ritual. Le di todas las explicaciones para hacerlo bien; pero se me olvidó lo más importante; ¡no advertí a Paula que no coma gelatina de fresa mientras tenga el cristal con ella!- dijo Alegría desolada.
-Y si no ha salido del laberinto, lo más probable es que ya esté dormida, lo que significa que se ha convertido en hada, y el cristal le otorga la vida eterna a ella. Ahora mismo Paula es un hada inmortal sin poderes, y tú un hada con poderes; pero mortal. La magia del cristal está dividida para protegeros a las dos. Por eso has envejecido-. Explicó Naturaleza acariciando cariñosamente a Alegría, que no paraba de llorar.
Ismael, que era muy buen amigo de Paula, gritó con rabia. -¡Tiene que haber algo que se pueda hacer para ayudar a Paula! ¡Tiene que haber alguna forma de despertarla!
- Debéis tranquilizaros. No ha pasado nada que no tenga solución, en realidad no es tan grave si actuamos con rapidez. Lo que debemos hacer…-.
Naturaleza les dijo que había una forma de solucionar aquel embrollo. Debían encontrar el alma gemela de la niña cuanto antes. Entonces Naturaleza le entregaría el Cristal de Vida destinado a Paula, para llevarlo a las cuevas, de ese modo quedaría solucionado el problema de Alegría.
Alegría sintió un rayo de esperanza, ella ya conocía el alma gemela de Paula, era Ainhoa, la mejor amiga de la niña. Se lo contó a Naturaleza y ésta dijo a la niña:
-Ainhoa, llevarás el cristal ahora mismo; pero esta vez nos saltaremos la regla y no irás sola, necesitas ayuda para sacar a Paula de allí. Si sale de las cuevas antes del anochecer, podrá despertar. ¡En marcha!-.
-Yo iré con ella- dijo Ismael – entre los dos podremos sacar de allí a nuestra amiga.
Ainoha e Ismael se adentraron en el laberinto de las cuevas apresuradamente, deseosos de salvar a su amiga.
-¡Paula!- exclamó Ainhoa al ver a su mejor amiga.
Estaba plácidamente dormida, con el cristal de Alegría en la mano. Ismael que era un niño bastante fuerte, la cogió en brazos, y al moverla el cristal cayó al suelo, donde debía quedarse para siempre. Ainhoa dejó el cristal de Paula junto al que cayó. Y sin perder tiempo, salieron del laberinto con su amiga a cuestas.
Cuando Ainhoa e Ismael volvieron, Alegría ya era de nuevo joven y su pelo lucía naranja y más luminoso que nunca. Ahora sólo faltaba despertar a Paula.
-Bien. No perdamos más tiempo, el sol está a punto de ponerse.-Dijo Naturaleza.
- Si por favor - dijo Ainhoa - ¡ya la estoy echando de menos!
En ese momento Naturaleza se acercó a Paula y posando sus labios sobre el oído de la niña, entonó una canción. En unos segundos la niña abrió los ojos y sonrió.
Naturaleza se elevó en el aire despidiéndose de todos, y se fue alejando hasta desaparecer entre las montañas.
-¡Es hora de volver a casa!- dijo Alegría más alegre que nunca. Las estrellas volvieron a rodear a los niños y cada uno se subió en la suya. Por el camino Ainhoa le contó a Paula todo lo que había ocurrido mientras ella estaba dormida.
¡Menuda aventura! ¡Jamás la olvidarían!
Cuando llegaron al pueblo todos seguían durmiendo. Alegría pidió un momento de atención. Tenía algo importante que decir.
Los niños y niñas, se sentaron frente a ella en el suelo de la plaza, agotados; pero felices.
- Queridos amigos, tengo que despedirme... Ha sido precioso conoceros y convivir con vosotros estos días. ¡Nunca os olvidaré!- Alegría se emocionó al decir esto.
Paula no pudo evitar las lágrimas y dijo: pero si te vas este pueblo volverá a ser tan aburrido como antes. Será terrible volver a la monotonía de siempre.
No.- Dijo Alegría- ahora todos sois más alegres, incluidos los adultos. Ellos se centraron tanto en sus quehaceres, que cayeron en la monotonía, haciendo su vida y la vuestra muy aburrida; pero eso ha cambiado para siempre-.
Dio un beso cariñoso a cada niño, y recordó a Paula que volverían a verse en la fiesta de las hadas, que se celebraba el primer día de cada primavera.
Todos estaban contentos, porque ahora un hada vivía entre ellos y los cuidaría siempre… ¡qué cantidad de aventuras les esperaba!
Y los adultos sin enterarse de nada jajajaja.
Y naranja anaranjado, este cuento ha terminado… ¿Os ha gustado?
Cuchu / Agosto 2009 /
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