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miércoles, 19 de octubre de 2011

El día de las castañas




Un domingo del mes de octubre amaneció muy soleado. La brujita Estela fue a buscar a su mejor amiga, la burrita Gema.
-Hace un día precioso, ¿te apetece dar una vuelta por el campo?- preguntó Estela a su amiga.
-Siiiiiiiiiiiii, así comeré un poco de hierba fresca. ¡Qué ilusión!-Contestó Gema muy contenta.
A las dos les gustaba mucho disfrutar de la naturaleza. Prepararon unas rebanadas de pan y quesitos para cuando tuvieran hambre, porque aunque Gema pensara comer hierba, la verdad es que el pan con quesito le gustaba muchísimo más. 
Tardaron poco tiempo en llegar al campo, porque vivían en un pueblo que estaba justo al lado. Cuando llegaron al río, la burrita Gema metió sus patas y con el rabo salpicó a Estela.

-¡No me mojes! Mi sombrero de bruja se encoge con el agua y es nuevo- protestó Estela.

-Pero si eres bruja; si se encoge sólo tienes que hacer un hechizo y volverá a su tamaño. ¡Eres un poco gruñona!-contestó gema divertida, pues le gustaba hacer de rabiar a su amiga.

Siguieron su excursión por el campo disfrutando del sol. Las mariposas revoloteaban alrededor de la burrita, y ella corría queriéndolas coger entre risas.

-¡Mira cuantas castañas hay en los árboles!-Exclamó la brujita Estela.

-Son castaños- dijo Gema.

-Ya lo sé sabionda, de los castaños salen castañas- replicó Estela.

Se miraron la una a la otra y dijeron al mismo tiempo ¡vamos a recoger unas cuantas! La burrita por un lado y la brujita por otro, recogían castañas del suelo, ¡había muchas!

-Menudo banquete nos vamos a dar, voy a preparar un gran pastel e invitaré a todo el pueblo-decía Estela entusiasmada.

-Yo me las como asadas, que es como más me gustan, ¡qué ricas!- se relamía la burrita.

A la hora de comer se sentaron al lado del río, a la sombra de un gran árbol, y sacaron el pan con quesito, ¡estaban hambrientas!
Un escarabajo pelotero pasaba cerca de ellas llorando y Gema sintió curiosidad.
-¿Por qué lloras?-preguntó la burrita con interés.

El escarabajo se acercó a ella muy apenado, con la esperanza de que le ayudara.

-Soy Víctor, el escarabajo pelotero más famoso de la zona… mis pelotas siempre han sido las más redondas y grandes, ¡y ahora he olvidado cómo se hacen!- Explicó el escarabajo entre sollozos.

-¿Y por qué te has olvidado de hacer pelotas?- preguntó Estela muy intrigada.

-Porque ayer iba cuesta arriba con una de las más grandes que se haya visto nunca, tropecé y caí rodando; la pelota cayó encima de mí y me golpeó la cabeza… y desde entonces he perdido la memoria, ¡ay de mí!- se quejaba Víctor.

Gema y Estela se miraron, pensando que debían ayudarle, y sin perder tiempo, la burrita cogió unas hierbas que luego entregó a su amiga. La brujita metió las hierbas en su sombrero, añadió una semilla de memoria que llevaba en su bolso de bruja, unos polvos mágicos y pronunció un conjuro. El escarabajo las miraba sin comprender qué estaban haciendo.

-Come- dijo Estela ofreciendo a Víctor las hierbas preparadas en su sombrero.
Víctor masticó aquello que le ofrecía la bruja y en unos segundos, recobró su memoria…

-¡Gracias, mil gracias! Tengo que irme a preparar una pelota muy grande y redonda- dijo Víctor lleno de alegría-. Ah y como veo que lleváis castañas, si vais al Monte Alto, encontraréis muchas más.- Y dicho esto el escarabajo se fue cantando dispuesto a hacer una gran pelota.

Estela y Gema fueron al Monte Alto, que estaba cerca y cogieron muchísimas más castañas… Estela tuvo que sacar una carreta de su bolso de bruja para meterlas todas, y Gema tiraba de ella, para eso era una burrita.

Volvieron a casa a media tarde, cargadas de castañas para un año. Las descargaron en casa de Estela y cuando estaban a punto de guardarlas en la despensa, el señor pimiento vino de visita.

-Hola chicas- dijo el señor pimiento.

-Hola Ramón. ¡Mira cuántas castañas! Haremos pastel para todo el pueblo- dijo Estela muy contenta.

-Bueno haz el pastel para quien quieras, pero yo las quiero asadas- recordó Gema a su amiga.

El señor pimiento cogió una de las castañas y la abrió para comerla…

-Creo que no podréis comerlas- dijo Ramón.

-¿Po qué?- preguntó la burrita Gema.

-Son pilongas- contestó el señor pimiento.

-Pi… ¿qué?-exclamó Estela sin entender.

-¡Pilongas!, están amargas y no se pueden comer, ¿no las habréis cogido en el Monte Alto?, allí todas las castañas son amargas, por eso no las coge nadie- explicó Ramón que entendía mucho de los frutos del campo.

Estela y Gema se llevaron una gran desilusión, ¡todo el día cogiendo castañas! Y ahora no podían comerlas… El señor pimiento se marchó a su casa.

Gema y Estela no sabían qué hacer con tantas castañas pilongas.

-¿Sabes quién se las comerá aunque estén amargas?- dijo Gema.

-¿Quién?- preguntó Estela.

-El cerdo Tusto-. Gema pensaba que al menos servirían para alguien.

-¡No seas burra! ¡Están amargas!-contestó Estela.

-¡Cómo no voy a ser burra si he nacido burra! A Tusto le gustan amargas… en realidad le gusta cualquier cosa- contestó Gema.

Así que al final decidieron regalarle las castañas al cerdo Tusto, que se puso muy contento y a cambio las invitó a cenar una taza de chocolate con pastel de moras.
El día de las castañas había sido muy divertido, porque jugaron en el río, corrieron con las mariposas, disfrutaron del sol, ayudaron a un escarabajo, aprendieron qué son castañas pilongas, llenaron la despensa de Tusto y comieron pastel de moras. ¿Qué más se puede pedir?

 Y naranja anaranjado… este cuento ha terminado, ¿os ha gustado?

Autor. María Jesus Blanco
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domingo, 16 de octubre de 2011

Conejita, Ranita y Pulpita se Divierten

Conejita, Ranita y Pulpita estaban jugando a ver quien llega antes....las tres echaron a correr, Ranita saltaba y saltaba... Pulpita corría con sus tentáculos y se tropezaba, pero Conejita corría y corría sin parar y llegó la primera a la piedra alta...

- He ganado yo, me toca a mí subirme en la nube que hay en la roca alta - dijo Conejita muy alegre.

Ranita y Pulpita se quedaron mirando con un poquito de envidia...saltar entre las nubes es lo que más les gusta a todas.

-Vamos no os quedéis ahí paradas, subid conmigo a la nube y saltamos las tres - dijo Conejita a sus amigas.

Empezaron a saltar de una nube a otra nube....salto, salto, salto....nube, nube, nube.....

-¿Bajamos al invierno? - Preguntó Conejita

-Siiiiiiiiiii - contestaron Pulpita y Ranita.

Se deslizaron entre las nubes hasta la nieve...rodaron y rodaron como bolas saltarinas, y cuando estaban abajo empezaron a hacer un muñeco de nieve con cara de conejo...y le hicieron unas orejas muy grandes. Pulpita le puso unas patas largas como las de los pulpos, y Ranita le puso ojos saltones como las ranas... quedó un muñeco muy raro jajajjaa pero muy divertido.

Volvieron a la nube y saltaron de nube en nube...salto, salto salto y bajaron otra vez. Esta vez bajaron al otoño.

Todo estaba lleno de hojas por el suelo; hojas marrones y amarillas, grandes y pequeñas.
Conejita empezó a saltar entre las hojas y se resbaló. Cayó patas arriba y las hojas volaron por el aire. Pulpita y Ranita se tiraron al montón de hojas y quedaron debajo, se revolcaron y las hojas sonaban y sonaban ¡que divertido es el otoño!

Después de un rato subieron de nuevo a la nube y saltaron nube, nube, nube y salto a la primavera. Cayeron en medio de un campo de flores multicolor. Conejita se hizo una corona de campanillas, Pulpita se hizo un collar de flores naranjas y blancas, y Ranita hizo una pulsera de flores azules ¡que divertido!

Subieron a la nube y salto, salto, salto....nube, nube, nube y bajaron al verano. Se encontraron en una preciosa playa llena de conchas y caracolas. Se encontraron unos cubos con gafas de sol para todas, una pala y un rastrillo.

-¿Hacemos castillos de arena?- Preguntó Pulpita

-Siiiiiiiiii - contestaron Ranita y Conejita

Cada una se puso a construir su castillo de arena y quedaron preciosos. Como hacía calor se bañaron en el mar para refrescarse. Ranita, Pulpita y Conejita jugaron en el agua toda la tarde, luego se subieron a la nube y salto, salto, salto hasta llegar de nuevo a la piedra alta. Habían saltado y jugado tanto que estaban cansadas y se fueron a casa a dormir. Se sentían felices de sus aventuras por las estaciones del año.

¿Cuál será su próxima aventura?

Y naranja anaranjado... este cuento ha terminado. ¿Os ha gustado?

*Cuchu*Safe Creative #0911124869742 votar

martes, 13 de septiembre de 2011

El Otoño


Dani se asomó a la ventana del salón de su casa, se quedó mirando a los árboles y vio que se les estaban cayendo las hojas. Se puso muy triste y fue llorando a la cocina, donde su mamá estaba cocinando.

-Mamíiii pobrecitos los árboles, se están muriendo, ¿Qué vamos a hacer sin ellos? – Dani lloraba con mucha pena por los árboles.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras así? – le preguntó su mamá, que no entendió lo que Dani le decía.

-Los árboles…se están muriendo Me da mucha pena, se están quedando calvos… -Dani estaba realmente triste.

Su mamá que por fin entendió lo que pasaba empezó a reír:

-Jajaja no llores mi niño, no se están muriendo, lo que pasa es que ha llegado el otoño. –Explicó la mamá a su hijo.

-¿El otoño? Quieres decir que el otoño es malo porque deja calvos a los árboles. ¡Qué malo! En verano nos asaremos de calor sin hojas que nos den sombra. No me gusta el otoño.- Dijo Dani muy enfadado.

La mamá le contó que todos los años llega el otoño y las hojas se caen porque ya están viejas, de ese modo podrán volver a crecer hojas nuevas en la primavera.

-Además hay árboles que no pierden las hojas, se ponen de color rojo, otros de color naranja, marrones y amarillos. El otoño es muy bonito, empieza el cole, y nos prepara para el invierno. A mí me gusta mucho el otoño – terminó de contar su mamá.

-¿Y qué más cosas pasan en otoño? –preguntó Dani más tranquilo.

-Pues celebramos el día de Halloween que es muy divertido, nos vamos preparando para la Navidad. También dejamos la ropa de verano en los armarios y sacamos la ropa más calentita para no tener frío. A ver, piensa tu que más cosas pasan en otoño.- termina mamá.

Dani se pone la cara de pensar… y piensa ¿qué más cosas pasan en otoño?

-¡Ya lo sé! Hacemos cosas muy bonitas en el cole… la seño nos enseña cosas divertidas.- Dani ya no estaba nada triste, en realidad el otoño es bastante bonito.

-Además en otoño comemos castañas asadas, nueces y muchas frutas y verduras que nos hacen fuertes y grandes.- Dijo mami riendo.

-En el cole me han dicho que tengo que llevar hojas, para el mural de otoño - Dijo Dani - ¿quieres que salgamos a buscarlas?

-Claro cariño –contestó mamá.

En ese momento llegó su papá a casa y se fueron los tres a buscar hojas al parque, cogieron de varios tamaños y formas. Se fijó en los árboles y no le parecieron nada tristes, además ellos también necesitan descansar para estar más bonitos en verano.

Dani jugó con sus padres esa tarde, y todo gracias al otoño. Llevó las hojas al cole y se lo pasó genial pegando su hoja en el muro.

Y ya nunca más se puso triste en otoño, porque es una estación del año muy bonita y necesaria, que además nos trae cosas nuevas cada año.

Y naranja anaranjad, este cuento ha terminado... ¿os ha gustado?

registrado en "Safe Creative #1109130055016"

*Cuchu*

sábado, 20 de agosto de 2011

Espero volver a publicar pronto nuevas historias, mientras tanto os recomiendo que visitéis el blog de Antonio Gargallo... encontraréis literatura juvenil muy recomendable y de buena calidad.




Enlace al blog  >>>  Blog de Antonio Gargallo

¡Pero que a nadie se le olvide volver a visitarme!

Feliz verano a todos

domingo, 17 de abril de 2011

Penélope y María



Ilustración de Esteban Bayo



Penélope era una preciosa niña, que vivía en una gran casa, tenía los mejores juguetes, la ropa más bonita, los zapatos más caros y lazos de todos los colores para el pelo.
Siempre había tenido cuanto deseaba y era muy feliz. Sus fiestas de cumpleaños eran famosas por ser las más divertidas. Todos los niños querían jugar con ella. ¿Qué más se podía pedir?

Un día su padre llegó a casa muy triste y reunió a la familia para darles una mala noticia...

-Estamos arruinados- dijo mirando al suelo tratando de contener las lágrimas -tendremos que vender esta casa y todo cuanto poseemos... incluso tus juguetes Penélope. Las deudas son tan grandes que nos quedaremos sin nada.- Dijo mirando a la niña con gran pena.

La madre de Penélope la abrazó con cariño y mirándola a los ojos le acarició el pelo con expresión de tristeza. La niña miraba a uno y luego a otro sin entender muy bien lo que pasaba.
Su padre tuvo que vender todo, muebles, juguetes, ropas... todo. Se quedaron con lo justo y se fueron a vivir a una casa pequeña y vieja, en un barrio donde todo el mundo era muy pobre. Penélope dejó de recibir la visita de sus amigos, ya no tenía con quien jugar  y empezó a sentirse muy sola.

Empezó a ir a un colegío nuevo,donde no conocía a nadie. Observaba a los niños y niñas en el recreo... eran muy diferentes a ella y no se atrevía a decirles nada por si la rechazaban.
Una niña se le acercó muy sonriente...

-¿Quieres jugar?- le preguntó a Penélope.

- No tengo juguetes, no puedo jugar- contestó la pequeña con cara triste.

-No hace falta tener juguetes... ¿juegas o no?- dijo Vanesa, que así se llamaba la niña.

-Vale; pero no sé jugar sin juguetes- dijo Penélope preocupada.

Los niños del colegio le enseñaron a jugar al “pilla pilla” , al pañuelo, al escondite, etc., y se lo pasó en grande. Cuando llegó a casa se lo contó a su madre. Se sentía muy contenta y se había divertido mucho porque había conocido a muchos niños.

-Mamá han todos han querido jugar  conmigo y no les ha importado nada que no tenga juguetes.

Su madre cuando vio a Penélope tan contenta, sintió una gran alegría. Ver feliz a su hija era el mayor regalo del mundo. Cuando su padre llegó a casa, después de una dura jornada de trabajo, Penélope le contó lo contenta que estaba con su nuevo colegio. Su padre sonrió por primera vez desde que se arruinara.

Penélope iba muy contenta al colegio porque allí estaban sus nuevos amigos, y aprendió muchos juegos y canciones. Se sentía muy bien con su nueva vida y no echaba de menos nada de lo que tenía antes, ni siquiera a sus anteriores amigos.

Un día fue con sus padres al centro comercial y se cruzó con María, la que antes era su mejor amiga. Penélope se acercó a saludarla y la niña la miró como si no la conociera, marchándose sin decirle nada. Ella no entendía por qué María hacía eso y se dirigió con enfado a su amiga para saber qué había hecho ella de malo.

-¿Por qué no me hablas? Antes eras mi amiga, siempre he sido buena contigo- le dijo Penélope.

-Antes eras como yo, ahora eres pobre. No tienes juguetes, vives en una casa vieja y fea y ¿te has visto?, vas vestida fatal. Ya no me apetece estar contigo. No eres tan divertida -. Contestó con aires de superioridad María.

-No tengo nada de pobre- contestó Penélope -tengo muchos amigos, que me quieren de verdad, no necesito tener juguetes porque he aprendido a divertirme sin ellos. No necesito nada de lo que tenía antes... y soy muy feliz.- Y dicho esto se dio la vuelta con la cabeza muy alta y se agarró de la mano de su madre, contiendo las lágrimas, porque ella quería mucho a María y le dolió que la despreciara.

Pasaron los meses y llegó el verano. Penélope no volvió a recordar su anterior vida de niña rica. Incluso se alegró de ser pobre, porque se sentía valorada y querida por ser ella misma, y no por tener los mejores juguetes o la ropa más de moda.

Una mañana Sergio y Vanesa vinieron a buscarla muy alborotados, al parecer se estaban mudando unos nuevos vecinos al barrio.

-Están descargando muebles en la casa pequeña- dijo Sergio.

-Y yo he visto una niña de nuestra edad entrando a la casa- dijo Vanesa.

Los tres niños salieron a la calle a curiosear. Querían conocer a sus nuevos vecinos.
Una niña salió de la casa y Penélope abrió los ojos como si hubiera visto un fantasma.

-¿Qué te pasa? pareces un sapo con esos ojos saltones- dijo Vanesa al fijarse en la cara de su amiga.

La niña de la casa pequeña vio a Penélope y sintió tanta vergüenza que su cara se puso roja como un tomate.

-Hola María- dijo Penélope saludando a la niña.

María agachó la cabeza y se metió en la casa.

-¿La conoces?- preguntó Sergio.

-Si, antes era mi amiga... hasta que mi padre se arruinó y vine a vivir aquí. Después ya nunca quiso saber nada de mí.- contestó Penélope con tristeza al recordar el encuentro en el centro comercial.

En el barrio las tardes del verano eran muy divertidas. Todos los niños salían a jugar, mientras sus padres sentados en los bancos del parque charlaban de sus cosas. Penélope miraba la casa pequeña, esperando que María saliera a la calle; pero pasaban los días y la niña no salía nunca. Penélope empezó a sentir pena y preocupación por María, que seguramente prefería estar sola a pedir que la dejaran jugar. Pensó ir a buscarla, pero no se atrevió porque sabía que su antigua amiga era muy orgullosa y le diría que no. Tenía que pensar cómo hacer para convencerla.

María se pasaba las tardes asomada a la ventana mirando cómo jugaba Penélope. Estaba muy arrepentida de cómo se portó en el centro comercial, fue demasiado orgullosa al despreciarla por ser pobre... y ahora la pobre era ella. Al menos Penélope tenía amigos, ella ni siquiera eso. Se sintió una tonta por haber pensado que los pobres eran peor que ella. Ahora se daba cuenta de su error, porque ella no se sentía peor ahora que no tenía nada... seguía siendo la misma niña de siempre, sin juguetes, sin lujos; pero seguía siendo la misma María de siempre... y Penélope también era la de siempre ¡qué tonta fue al no darse cuenta de eso!

-Cariño... ¿Por qué no sales a jugar?, estoy segura que ahí fuera hay niñas que están deseando conocerte...- dijo su madre a María.

-No me apetece mamá... más tarde jugaré-  contestó la niña con un nudo en el estómago. Sentía tanta vergüenza de lo mal que se había portado con su mejor amiga, que prefería quedarse en casa.

-Está bien, si no quieres jugar no juegues, pero ahora mismo te vienes al parque conmigo, ya está bien de pasarse el día encerrada en casa-. Dijo su madre a la niña mientras la sacaba a la calle.

Penélope vio a María sentada en un banco con su madre y pensó que ese era un buen momento para intentar de nuevo hablar con ella.

-Hola María... ¿Quieres jugar con nosotros? Nos faltas tú para jugar al pañuelo- dijo Penélope guiñando un ojo a María y cogiéndola de la mano. Pensó que tratándola como si nada hubiera pasado, su amiga no tendría que pedir perdón por nada y tal vez así se animaría a jugar.

María en ese momento sintió un gran cariño y mucho agradecimiento por Penélope y decidió que debía pedir perdón, aunque no hiciera falta, porque su amiga ya la había perdonado.

-Penélope, quiero decirte que fui una tonta... por favor perdóname, he aprendido la lección. El orgullo no sirve para nada... bueno sí para hacer que me sienta muy sola y me quede sin mi mejor amiga-.

Las dos niñas se miraron a los ojos y emocionadas se abrazaron.

-Ahora tendrás muchos amigos María, ser pobre no es nada malo ¡todo lo contrario!, yo estoy más feliz que una perdiz jajajajaa- contestó Penélope más contenta que nunca.

Y María aprendió a jugar sin juguetes como hiciera Penélope meses atrás... también aprendió que no se debe despreciar a nadie porque las buenas personas pueden ser pobres o ricas, pero siempre son buenas personas. Comprendió que tener más juguetes o más dinero, no te hace mejor y que no tener dinero ni juguetes, no te hace peor. Pero sobre todo aprendió a valorar la amistad, que es la mayor de las riquezas.

y naranja anaranjado... este cuento ha terminado. ¿Os ha gustado?
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