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domingo, 9 de noviembre de 2014

La Habilidad de Verdeconcha





Érase una vez una pequeña aldea en la que vivía una tortuguita que se llamaba Verdeconcha. Verdeconcha era muy curiosa y lo que más le gustaba era aprender a hacer cosas nuevas. Un día su mamá se la llevó a su trabajo, un taller donde todos cosían botones.
-¿por qué cosen tantos botones mami?- preguntó Verdeconcha con curiosidad-.
-Pues no tengo ni idea pequeña; pero aquí siempre hay botones para coser. Sólo sé que van a una aldea en la que hacen ojales.
Verdeconcha empezó a curiosear por el taller y una gran caja llamó su atención. Asomó su pequeña cabecita de tortuga y vio cientos… miles… ¡millones de botones! Había botones rojos, verdes, azules, con flores, con rayas… Cuadrados, redondos, triangulares, con forma de corazón, de flor… Había botones de cristal, de coral, de madera, piedra… Todos los botones del mundo estaban allí.
-¡Mamá yo quiero coser botones!- exclamó Verdeconcha entusiasmada.
-Está bien, siempre que hagas tus tareas del cole primero.

Desde ese día Verdeconcha hacía sus tareas sin perder ni un minuto para ir a coser botones. Pero por más que su mamá le explicaba cómo hacerlo, a la tortuguita no le quedaban bien cosidos. Le quedaban torcidos o demasiado flojos y se caían de la tela. Otras veces los apretaba tanto que quedaba un gurruño arrugado alrededor del botón. Verdeconcha no conseguía que le saliera bien por más que se esforzaba.

-¡Soy una torpe! Todos cosen bien los botones y en cambio yo…- dijo pesarosa-.
-No eres torpe cariño. A lo mejor lo tuyo no es coser botones. A todo el mundo no se le dan bien las mismas cosas- contestó su mamá intentando consolarla-.

-¡A todo el mundo se le da bien menos a mí!- arguyó muy enfadada consigo misma-.

A pesar de lo mucho que le gustaban los botones Verdeconcha dejó de ir al taller y se sentía muy mal por no ser capaz de hacer algo que todos hacían bien.
Un día vino a visitarla una tía lejana a la que había invitado su mamá.
-Tu mamá me ha contado que estás pesarosa porque no se te da bien coser botones… ¿Por qué no te vienes conmigo unos días? Hay algo que me gustaría que vieras- dijo la tía de Verdeconcha.
La tortuguita aceptó la invitación, así se olvidaría por un tiempo de lo torpe que era. Cuando llegó a la aldea de su tía descubrió que allí era donde hacían ojales. Su tía quiso llevarla al taller de los ojales; pero Verdeconcha no quería ni oír hablar de ello. Bastante había tenido con los botones.
Mientras su tía estaba en el taller de los ojales trabajando, Verdeconcha se entretuvo con unas telas que encontró. Empezó a coser unas ranuritas entre raya y raya, o entre flor y flor. Cuando llegó su tía y vio el trabajo de Verdeconcha dijo:
-¡Madre mía! ¡En mi vida he visto unos ojales tan perfectos como estos! ¿Quién te ha enseñado?
-Nadie. Sólo me estaba entreteniendo un rato y me ha salido esto- contestó Verdeconcha-.
-Pues “esto” son ojales, ¡los mejores ojales que he visto jamás!-.
Verdeconcha sintió mucha alegría al comprobar que ella también era buena haciendo ojales. Desde entonces hace unos ojales preciosos en los que abrocha sus botones preferidos.

Y naranja anaranjado este cuento ha terminado… ¿Os ha gustado?

Autora: María Jesús Blanco (Cuchu)

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