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lunes, 24 de septiembre de 2012

Parlanchín y Parlanchón




Parlanchín y Parlanchón eran un par de calcetines a rayas, que se pasaban la vida discutiendo. A los dos les gustaba mucho hablar y tanto el uno como el otro siempre querían tener razón en todo. Los demás pares de calcetines que había en el cajón les decían que los hermanos deben intentar llevarse bien.

-Me llevaría bien con Parlanchón si respetara el turno, pero él siempre quiere hablar el primero- protestó Parlanchín.

-Porque tú no paras de decir tonterías y me aburres- increpó Parlanchón.

-¡Estoy harto de estar siempre contigo! ¡Ojalá me hubiera tocado otro hermano mejor que tú!- gruño Parlanchín muy enfadado.

Alina abrió el cajón de los calcetines y buscó hasta encontrar a Parlanchín y Parlanchón; eran sus calcetines preferidos y se los ponía en cuanto su mamá los sacaba de la lavadora. Se fue al parque con ellos y cuando llegaron a casa estaban llenos de tierra, por lo que acabaron en el cesto de la ropa sucia. Como estaban muy enfadados no se habían dirigido la palabra en todo el día, ni siquiera se miraron cuando la señora Teresa los metió en la lavadora.

Cuando le sacaron de la lavadora, Parlanchín acabó metido en un cajón desconocido para él, donde todos los calcetines estaban sueltos y desordenados. Miró a su alrededor buscando a Parlanchón, pero no lo veía por ningún lado. Preguntó si habían visto a su hermano, tenía que estar allí mismo, entre los demás calcetines.

-No pierdas el tiempo buscando a tu hermano, aquí sólo entran los calcetines sueltos- dijo un calcetín muy viejo.

-¿Y tú quien eres?- preguntó Parlanchín.

-Soy Carcomido, el calcetín más viejo de este lugar, y sé por experiencia que aquí no hay dos calcetines iguales- explicó Carcomido amablemente.

-Mi hermano y yo somos los calcetines preferidos de Alina, seguramente la señora Teresa se ha equivocado y por eso me ha metido aquí, estoy seguro que vendrá enseguida a buscarme porque Parlanchón debe estar muy preocupado sin mí - farfulló Parlanchín.

-Tu hermano se ha perdido, igual que el mío y el de todos los demás, por eso has venido a parar aquí- contestó Carcomido tratando de que su nuevo vecino entendiera la situación.

-¿Cómo lo sabes? A lo mejor mi hermano me está buscando y el que está perdido soy yo- musitó Parlanchín cada vez más preocupado.

-Este es el cajón de los calcetines sueltos y eso significa que te han guardado aquí por si aparece tu hermano, y si en un tiempo no aparece te tirarán a la basura, ya les ha ocurrido a muchos- argumentó Pomposo que era un calcetín muy listo.

-Eso es verdad, pero la mayoría de las veces la señora Teresa encuentra al hermano perdido y viene al cajón de los calcetines sueltos para llevarse a su gemelo, así que no pierdas la esperanza muchacho- explicó Carcomido intentando animar un poco a Parlanchín, que cada vez estaba más triste.

Parlanchín se sentía muy culpable por haber dicho a su hermano que estaba harto de él cuando se enfadaron. Lo dijo sólo para fastidiarle, pero la verdad era que le quería mucho y empezaba a echarle de menos. Pensó que a lo mejor Parlanchón se había ido para siempre y se puso a llorar desconsoladamente.

El pobre Parlanchón estaba atrapado en un rincón entre la pared y la lavadora, había mucha oscuridad y su hermano Parlanchín no aparecía por ninguna parte. Parlanchón nunca se había sentido tan solo, sabía que en aquél rincón nadie le encontraría en mucho tiempo y sólo de pensarlo se puso a llorar. Echaba muchísimo de menos a su hermano y se sentía arrepentido de haberle dicho que decía tonterías.

-¿Por qué lloras?- pregunto una pequeña araña a Parlanchón.

-Estoy atrapado en este rincón y he perdido a mi hermano, me siento solo y asustado- contestó Parlanchón entre sollozos.

-Yo podría ayudarte- dijo la araña.

-¿Cómo?- musitó Parlanchon.

-Verás, el gato Pinki me persigue cada vez que me ve, e intenta atraparme entre sus garras, pero como soy tan pequeñita nunca lo consigue. Si quieres hago que me siga hasta este rincón- se ofreció la araña.

Parlanchón no entendía muy bien lo que la araña pretendía hacer, pero no quería estar solo y aceptó la ayuda de su nueva amiga. La araña Mina salió del rincón, y al poco rato regresó corriendo que se las pelaba, con el gato detrás de ella lanzando zarpazos; Mina se metió a toda prisa entre la pared y la lavadora, escondiéndose debajo de  Parlanchón, y el gato metió su zarpa intentando atraparla, pero en lugar de eso sus uñas se engancharon en el calcetín. Parlanchón notó las uñas del gato, que lo sacaron volando de aquél rincón. Pinki empezó a juguetear con Parlanchón por toda la casa, hasta que la señora Teresa lo vio.

-Pero ¿de dónde has sacado ese calcetín?, llevo todo el día buscándolo- dijo la señora Teresa al tiempo que recogía a Parlanchón del suelo. Después se dirigió al cajón de los calcetines sueltos y sacó a Parlanchín. Los hermanos al verse de nuevo sintieron una inmensa alegría, y se abrazaron cuando la señora Teresa los unió, doblándolos como hacía siempre.

-Menos mal que volvéis a estar juntos, Alina se disgustaría mucho si pierde sus calcetines favoritos- dijo la señora Teresa mientras los metía en su cajón de siempre.

-Parlanchón siento mucho lo que te dije, estoy muy contento de que seas mi hermano. Pensé que me habías abandonado- confesó Parlanchín.

-Yo también lo siento mucho, nunca me he aburrido contigo y me encanta que estemos siempre juntos, jamás te abandonaría- dijo Parlanchón abrazando a su hermano de nuevo.

-Yo tampoco, no sólo eres mi hermano, además eres mi mejor amigo, te prometo que a partir de ahora respetaré los turnos, y te dejaré hablar un poco de vez en cuando- bromeó Parlanchín.
En el cajón de los calcetines de Alina volvió a reinar la paz parlanchina.

Y naranja, anaranjado este cuento ha terminado… ¿Os ha gustado?
Autora: María Jesús Blanco (Cuchu)
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