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viernes, 8 de octubre de 2010

Duna y La Luna


En el patio de su nuevo colegio Duna se acercó a sus compañeras de clase; estaban hablando de sus mamás… ella no había comentado nada sobre la suya porque nunca había estado con ella. Por ese motivo era una niña reservada, que no solía hablar de sus cosas.

-Mi madre hace una tarta de ciruelas ¡de relamerse hasta los dedos!, mañana me voy a traer una para invitaros porque es mi cumple. ¡Os va a encantar! –contaba Berta relamiéndose.

-Qué suerte tienes; la mía es un desastre en la cocina jaja; pero me encanta ir con ella de compras ¡parecemos amiguitas! –dijo Noelia con cara de oso amoroso.

Duna no pudo evitar sentir envidia, sin embargo decidió hablar sobre su madre. Le apetecía que supieran lo especial que era… llevaba toda su vida escondiendo la verdad.

-Yo no puedo estar con mi madre, pero es la más hermosa de todas las madres – contesta Duna a sus amigas con orgullo y cierta melancolía.
S
us compañeras de clase se quedaron mirándola sin entender qué quería decir Duna. Le preguntaron por qué no podía estar con su madre.

-Mi madre es la Luna, por eso no puedo estar con ella. Tiene que estar en el cielo cuidando a las estrellas.

¡Jajajajjaa! Las niñas rieron pensando que Duna les estaba tomando el pelo.

-¿Qué es tan gracioso? –preguntó Duna enfadada por las risas de Berta y Noelia.

-La Luna es un satélite que da vueltas alrededor de la Tierra. No es una persona ¿acaso piensas que soy tonta? – respondió Berta con aires de sabionda.

-Es verdad lo que dice Berta. No está bien burlarse de las amigas Duna, si no quieres contar nada de tu madre no lo hagas; pero no esperes que nos dejemos engañar.- Dijo Noelia un poco molesta. No le gustaba que la tomaran por tonta.

-¡No estoy mintiendo! Si fuerais verdaderas amigas no dudaríais de mi palabra. Algún día os demostraré que digo la verdad. ¿No veis que mi pelo es casi plateado? ¿Por qué creéis que mis ojos son color azul noche y mi piel tan blanca? – Contestó Duna a punto de llorar.
Se sintió tan mal, que se fue a un rincón del patio, para no tener que hablar con nadie el resto del recreo. Empezó a pensar si no la estaría engañando su padre.

****
El dormitorio de Duna estaba decorado de forma muy sencilla. Una cama, una mesita de noche, un gran arcón lleno de juguetes, algunos estantes llenos de muñecas y en la pared que está frente a la ventana había un espejo, en el que se reflejaba la Luna por las noches. Justo al lado del espejo, había una mecedora, en la que estaba sentado su padre, como cada noche, a punto de leerle un cuento. Antes de que empezara a leer Duna le contó lo del colegio.

-Hoy mis compañeras de clase se han reído de mí por decirles quién es mi madre. Después, en clase se lo han contado a la señorita. ¿Sabes que ha pasado? Me ha dicho que tengo demasiada imaginación, y que sería mejor que fueras a hablar con el psicólogo del colegio. Papá me siento una tonta... La Luna es un satélite de la tierra; ¿cómo puede ser mi madre?, por qué me cuentas esa mentira. Prefiero que me digas la verdad aunque sea algo malo. Hoy se me ha pasado por la cabeza que mi madre me abandonó, y que te has inventado esa historia de la Luna para que no sufra. ¿Por qué no me dices la verdad? – Duna lloraba desconsoladamente mientras hablaba.

Su padre pensó que ya era hora de contarle toda la historia…

-Cariño no te cuento mentiras. La Luna es tu madre. Siempre ha estado enamorada de la Tierra. Soñaba con ser humana y cumplir su mayor deseo, ser madre; pero el Sol se puso celoso y siempre le decía que esperase un poco más. Harta de esperar a que el Sol le diera permiso, decidió convertirse en humana en cuanto fue Luna llena, requisito imprescindible para poder usar sus poderes. Aunque le estaba prohibido, ella desobedeció transformándose en una bellísima joven. Yo la encontré un poco desorientada a las afueras del pueblo y me enamoré de ella nada más verla. No sabía que era la Luna y ella tampoco me lo dijo. Viajamos juntos a lugares recónditos, visitamos China, Rusia, grandes lagos y mares; vivimos muchas aventuras por toda la Tierra; ella estaba deseosa de conocer nuestro planeta. Con el tiempo se enamoró de mí y nos casamos. Al año de nuestra boda naciste tú, preciosa Duna. Éramos los seres más felices del Universo.- Su padre sonreía, recordando cada momento, mientras iba contando a su hija toda la historia.

-Y mientras ella estaba aquí abajo, ¿cómo es que el Sol no se dio cuenta que no había Luna? – preguntó la niña cada vez más curiosa. Estaba fascinada con la narración de su padre.

-No se dio cuenta porque una pequeña estrella, a la que la Luna hizo un favor tiempo atrás, se ofreció para ayudarla... se transformó en una luna para ocupar el lugar de tu madre; pero eso no duró siempre, el día de tu primer cumpleaños, el Sol descubrió el engaño. Le ordenó que volviera a ocupar su lugar esa misma noche. En ese momento, tú madre me contó quien era en realidad. Suplicó que la dejaran aquí contigo; pero el Sol no le perdonaba el engaño, y como castigo le quitaron el poder de transformarse en humana. - El padre de Duna no pudo evitar las lágrimas al relatar la historia.

-Papi… ¿por qué no le hiciste una foto?, al menos podría verla como era.- Duna sentía tanta necesidad de conocerla…

-Cariño se las hice más de una vez; pero al ver las fotos todas estaban en blanco- el padre de Duna se limpió una lágrima que resbalaba por su mejilla. Besó a su hija y lanzó un beso a la Luna antes de salir de la habitación.

****
La pequeña Duna, como cada noche, miraba el reflejo de la luna en el espejo, su padre lo puso ahí para que su madre pudiera verla dormir. Se dormía soñando que algún día vendría a buscarla…
Esa misma noche ocurrió que la pequeña tuvo un sueño muy especial. Soñaba que se encontraba en un gran campo de amapolas blancas, miró al cielo y vio descender hacia ella a la mujer más bella de todas. Su pelo era de plata, su vestido blanco y vaporoso, “estoy soñando y nada de esto es real” pensada la pequeña en su sueño. La mujer le dio un beso en la mejilla y con una voz angelical le dijo:

-Sí, estás soñando, pero yo soy real, soy tu madre. Sólo puedo ser humana en tus sueños-.
La niña se abrazó con fuerza a su madre. Se sentó con ella entre las flores.

-Cariño tu padre me sueña cada noche, y me ha contado lo que pasó en el colegio. Ya tienes edad suficiente para que puedas verme cada noche, estaremos juntas y nos contaremos cosas. Seré tu madre en tus sueños. No sufras si se ríen, eres muy especial y no pueden comprenderlo, ¡cuánto daría por poder estar contigo durante el día!-.

La Luna abrazaba a su hija y le cantaba canciones de estrellas y soles. Duna se sintió feliz, la más feliz de las niñas. Por fin había conocido a su madre y se habían abrazado, y aunque fuera en sueños ella lo sintió como si fuera real.

A la mañana siguiente le contó a su padre el sueño…

-Mi niña cuánto me alegro, anoche en mi sueño hablamos sobre ti. Ahora podrás verla siempre que quieras mientras duermes.- Contestó su padre emocionado y contento.

La niña peinó su plateada melena que le recordaba a la de su madre. Esa mañana fue al colegio sonriendo, se sentía muy feliz y estaba emocionada.
Se puso en la fila sintiéndose orgullosa de ser quien era.

-Hola Lunita- saludó Fidel que estaba detrás de ella en la fila.
Duna no hizo caso al comentario del niño.
Berta y Noelia se le acercaron y le pidieron perdón por reírse de ella. Lo cierto es que sus amigas pensaban que Duna era un poco fantasiosa y mentirosilla; pero era una buena amiga y no querían que estuviera enfadada con ellas.
A Duna no le importaba lo que pensaran los demás, sabía que era una niña especial. Se sentía muy afortunada por ser hija de la Luna.
Hizo las paces con sus amigas y a Fidel le contestó:

-Me llamo Duna; pero si quieres llamarme Lunita puedes hacerlo, es un nombre que me encanta – y le sonrió con la mejor de sus sonrisas.

Fidel se sintió tonto y dejó de meterse con ella.
Ahora Duna se veía en sueños cada noche con su madre. Cada vez que se encontraba con ella le contaba las cosas que hacía durante el día. La Luna le contaba preciosas historias del cielo, le hablaba de planetas donde todo cambiaba de color constantemente. En uno de sus sueños la llevó al planeta de las mariposas, era majestuoso verlas revoloteando y formando bellísimas imágenes de colores. Cuando Duna tenía alguna duda, su madre le ayudaba, incluso con los deberes. Una vez su madre le presentó al Sol porque salió antes de que ella se retirase, en algunas ocasiones ocurre que se juntan el Sol y la Luna de madrugada. Cuando el Sol vio a la pequeña, le dio un beso en la mejilla. Duna le miró con enfado y preguntó:

-¿Por qué no dejas que mi madre esté conmigo?, todas las niñas necesitan estar con su madre. Yo siempre he pensado que eres bueno-.

-Soy bueno ¿acaso no lo crees así?-

-Ya no estoy segura, alguien que es bueno no prohíbe a una madre cuidar de su hija-.
El Sol se sintió tan mal, que aquél día amaneció muy nublado. Se sentía avergonzado con Duna...
****
Una mañana, la señorita dijo que debían llevar arcilla a clase, iban a preparar un regalo para el día de la madre. En el recreo Noelia le preguntó a Duna si pensaba hacer algo, ya que ella no tenía madre.

-¡Claro que tengo madre Noelia! Ya conté una vez que es la Luna –contestó Duna con firmeza.

-Si empiezas otra vez con tus mentiras me voy a enfadar contigo –dijo Noelia un poco cansada de las fantasías de su amiga.

-Está bien, vamos a dejar el tema.- Concluyó Duna haciendo caso de los consejos que le daba su madre.

Lo cierto es que Duna se sintió feliz de hacer un regalo para su madre. La semana se le pasó volando; no le contó nada a su padre, quería mantener el secreto. Hizo una luna preciosa, pintada con purpurina plateada; estaba segura que el regalo iba a sorprender a su mami querida.
El viernes les dieron el regalo para que lo guardaran en casa hasta el domingo.
Por la tarde Duna ya no pudo aguantar más y le contó a su padre el secreto. Sacó la luna de arcilla y se la enseñó.

-Cariño ¿cómo vas a entregársela?, no puedes meter el regalo en tus sueños- explicó su padre queriendo impedir que la niña se decepcionara al intentar llevar el regalo a sus sueños.

- Está bien, lo pondré pegado en el espejo, para que pueda verlo desde el cielo. Además soñaré que se lo entrego, así será como si lo diera el de verdad.- Al terminar de decir esto Duna lloró, porque se sintió decepcionada, a pesar de que su padre quiso evitarlo.
En ese momento entendió que nunca podría darle un regalo real a su madre… era un sueño, sólo un sueño cada noche. ¡Nunca podría abrazarla de verdad!

-Duna hija ¿por qué lloras?- preguntó su padre emocionado al ver las lágrimas de la niña.

-Es precioso soñarla cada noche papá… ¡Pero la necesito tanto! ¡Necesito que sea real! Quiero demostrar a mis amigas que no soy una mentirosa. Necesito a mi madre aquí con nosotros, verla de día, que me lleve al colegio, que me regañe; pero que sea cuando estoy despierta, que sea real…- y siguió llorando mucho rato.

Esa noche Duna se asomó a la ventana con su regalo en la mano… miraba a su madre, ¡tan hermosa!, ¡tan inalcanzable! Resbaló una lágrima de sus ojos, yendo a caer encima de la figurita de purpurina, la lunita de arcilla para su madre…
La Luna brilló más que nunca, como queriendo animarla.
En el sueño de esa noche su madre le preguntó:

-Mi vida ¿por qué llorabas en la ventana?-.
Duna le dijo que la necesitaba mucho durante el día…

-No eres real mamá, eres un sueño, ¡te necesito tanto!, quiero verte de día, como a cualquier otra mamá-.

La Luna sintió mucha tristeza por su hija. No sabía cómo consolarla. Pasó toda la noche abrazada a ella, cantándole hasta el amanecer.
Volvieron a encontrarse con el Sol y Duna le dijo con rabia:

-Eres cruel, todos los cuentos te ponen como bueno; pero no lo eres, ¡eres malo! ¡Me has quitado a mi madre!-.

La Luna le pidió disculpas y regañó a su hija por ser tan imprudente:

–El Sol siempre es generoso y bueno cariño; la culpa es mía por haber desobedecido, fui caprichosa y tú estás pagando las consecuencias-.

La niña pidió perdón al Sol y se abrazó a su madre un instante antes de despertar. El Sol volvió a esconderse entre las nubes, ¡se sentía tan culpable por el llanto de Duna!
****
El sábado su padre la llevó al parque de atracciones para animarla; su amiga Noelia la acompañaba. Prometieron no enfadarse más, Duna decidió no hablar de su madre y Noelia prometió no preguntarle más. Se lo pasó muy bien, montaron en todo varias veces, comió algodón de azúcar y muchas chuches más.
Estaba deseando que llegara la hora de dormir, para contarle todo a su madre en sueños.
Volvió a casa cansadísima y cargada de recuerdos de ese día. Después de cenar, pegó la lunita de arcilla en el espejo, así su madre siempre podría verlo, besó a la Luna que se reflejaba en él. Cuando por fin llegó la hora de acostarse, su padre le contó un cuento y se quedó dormida enseguida.
Esa noche empezó su sueño en una pradera junto a un lago. Se sentó a esperar a su madre, que tardó un buen rato en aparecer.

-¿Por qué has tardado tanto? Te echo de menos-.

La Luna estaba vestida con un traje de color plata y se había peinado con el pelo lleno de trenzas.

-Quería estar muy guapa para ti, a las doce de la noche  ha empezado el día de la madre. Quiero celebrarlo llevándote a un lugar muy especial-.
Duna quedó maravillada por la belleza de la Luna.

-¿A dónde vamos mamá?-.

Su madre la llevó volando a un rincón del cielo, donde se celebraba una fiesta para Duna y ella. La niña sacó de un bolsillo su regalo y dijo:

-Toma, este es tu regalo, el de verdad está pegado en el espejo de mi habitación-.
Se lo entregó dándole un beso en la mejilla. La Luna acarició su cara con un dedo y le sonrió.

-Duna, hoy es el día de la madre y estamos juntas, aunque sea en sueños, ¿No estás contenta?-

Lo pasó muy bien jugando con las estrellas.
Ese amanecer volvió a ver al Sol por tercera vez y le miró dolida por no poder tener a su madre como cualquier otra niña. Esta vez el Sol se acercó a ella y besándole la mejilla dijo:

-Pequeña Duna hoy te voy a demostrar que soy bueno- y guiñándole un ojo sonrió.

Duna despertó y el Sol lucía espléndido.
Se levantó contenta a pesar de que no tendría a su madre durante el día; cuando entró en la cocina casi se muere del susto. En la mesa estaba el desayuno y su padre estaba sentado junto a su madre. ¡La Luna en la cocina!

-¿Estoy soñando aún? –preguntó Duna bastante confusa.

-No cariño –dijo su padre- estás despierta, Luna cuéntaselo tú –dijo su padre radiante de felicidad.

La Luna le contó que el Sol sintió mucha vergüenza al verla tan triste y decidió perdonar a la Luna, buscando solución que fuera satisfactoria para todos. Durante la noche la Luna estaría en el cielo; pero en cuanto el Sol iluminara la tierra con sus rayos Luna podría ser humana hasta el anochecer…

-El Sol no ha podido soportar que una niña piense que es malo jajaja- rió Luna abrazando a su hija.

-Felicidades mamá, estás aquí conmigo en el día de la madre – gritó Duna abrazándose a su madre y a su padre al mismo tiempo-¡Mamá! Eres real… no estoy soñando.- Exclamó incrédula.

-¡Cariño!, a partir de ahora podré llevarte al colegio cada mañana. Ahora estaré contigo siempre-.
La niña se fue a buscar a sus amigas para invitarlas a una fiesta de pijamas esa misma noche, su padre la acompañaba, y convenció a la mamá de Berta y Noelia para que les diera permiso. Duna quería que conocieran a su madre.

En cuanto sus amigas llegaron a casa a dormir, Duna les contó que esa misma noche conocerían a la Luna en sus sueños, sus amigas no quisieron discutir otra vez y callaron.
Su padre preparó una cama en el suelo para todas.
Cuando todas dormían, soñaron que estaban las tres en un campo de amapolas blancas… del cielo bajó la Luna y se transformó en mujer. Berta y Noelia comprendieron entonces que Duna decía la verdad… Estaban maravilladas “¡Qué suerte tienes Duna!” dijeron sus amigas” Cuánto sentimos no haberte creído”. La Luna las llevó a un motón de sitios, les presentó a varios luceros, estrellas y hasta se subieron en un cometa… Aquella noche tuvieron el sueño más bonito de toda su vida.
Lo mejor llegó cuando amaneció el día, porque cuando las niñas fueron a desayunar, se encontraron en la cocina a la hermosa mujer del sueño...

-¡Eres real... eres la Luna!- dijo Berta con cara de alegría.

-¡Eres la mamá de Duna!, la Luna es la madre de mi amiga. ¡Cuando lo cuente por ahí nadie me creerá!-. dijo Nelia sin dejar de mirar a la Luna.

A partir de ese día sus amigas no volvieron a pensar que Duna era una mentirosa y se sintieron muy orgullosas de ser sus amigas.

Os podéis imaginar lo feliz que fue Duna desde aquél día…
Duna lloró de alegría, su padre lloró de alegría, la Luna lloró de alegría… hasta yo que escribí este cuento estoy llorando de alegría, y tú ¿también lloras de alegría?

…Y naranja anaranjado, este cuento ha terminado. ¿Os ha gustado?

(autor: María Jesús Blanco)
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