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viernes, 8 de octubre de 2010

Duna y La Luna


En el patio de su nuevo colegio Duna se acercó a sus compañeras de clase; estaban hablando de sus mamás… ella no había comentado nada sobre la suya porque nunca había estado con ella. Por ese motivo era una niña reservada, que no solía hablar de sus cosas.

-Mi madre hace una tarta de ciruelas ¡de relamerse hasta los dedos!, mañana me voy a traer una para invitaros porque es mi cumple. ¡Os va a encantar! –contaba Berta relamiéndose.

-Qué suerte tienes; la mía es un desastre en la cocina jaja; pero me encanta ir con ella de compras ¡parecemos amiguitas! –dijo Noelia con cara de oso amoroso.

Duna no pudo evitar sentir envidia, sin embargo decidió hablar sobre su madre. Le apetecía que supieran lo especial que era… llevaba toda su vida escondiendo la verdad.

-Yo no puedo estar con mi madre, pero es la más hermosa de todas las madres – contesta Duna a sus amigas con orgullo y cierta melancolía.
S
us compañeras de clase se quedaron mirándola sin entender qué quería decir Duna. Le preguntaron por qué no podía estar con su madre.

-Mi madre es la Luna, por eso no puedo estar con ella. Tiene que estar en el cielo cuidando a las estrellas.

¡Jajajajjaa! Las niñas rieron pensando que Duna les estaba tomando el pelo.

-¿Qué es tan gracioso? –preguntó Duna enfadada por las risas de Berta y Noelia.

-La Luna es un satélite que da vueltas alrededor de la Tierra. No es una persona ¿acaso piensas que soy tonta? – respondió Berta con aires de sabionda.

-Es verdad lo que dice Berta. No está bien burlarse de las amigas Duna, si no quieres contar nada de tu madre no lo hagas; pero no esperes que nos dejemos engañar.- Dijo Noelia un poco molesta. No le gustaba que la tomaran por tonta.

-¡No estoy mintiendo! Si fuerais verdaderas amigas no dudaríais de mi palabra. Algún día os demostraré que digo la verdad. ¿No veis que mi pelo es casi plateado? ¿Por qué creéis que mis ojos son color azul noche y mi piel tan blanca? – Contestó Duna a punto de llorar.
Se sintió tan mal, que se fue a un rincón del patio, para no tener que hablar con nadie el resto del recreo. Empezó a pensar si no la estaría engañando su padre.

****
El dormitorio de Duna estaba decorado de forma muy sencilla. Una cama, una mesita de noche, un gran arcón lleno de juguetes, algunos estantes llenos de muñecas y en la pared que está frente a la ventana había un espejo, en el que se reflejaba la Luna por las noches. Justo al lado del espejo, había una mecedora, en la que estaba sentado su padre, como cada noche, a punto de leerle un cuento. Antes de que empezara a leer Duna le contó lo del colegio.

-Hoy mis compañeras de clase se han reído de mí por decirles quién es mi madre. Después, en clase se lo han contado a la señorita. ¿Sabes que ha pasado? Me ha dicho que tengo demasiada imaginación, y que sería mejor que fueras a hablar con el psicólogo del colegio. Papá me siento una tonta... La Luna es un satélite de la tierra; ¿cómo puede ser mi madre?, por qué me cuentas esa mentira. Prefiero que me digas la verdad aunque sea algo malo. Hoy se me ha pasado por la cabeza que mi madre me abandonó, y que te has inventado esa historia de la Luna para que no sufra. ¿Por qué no me dices la verdad? – Duna lloraba desconsoladamente mientras hablaba.

Su padre pensó que ya era hora de contarle toda la historia…

-Cariño no te cuento mentiras. La Luna es tu madre. Siempre ha estado enamorada de la Tierra. Soñaba con ser humana y cumplir su mayor deseo, ser madre; pero el Sol se puso celoso y siempre le decía que esperase un poco más. Harta de esperar a que el Sol le diera permiso, decidió convertirse en humana en cuanto fue Luna llena, requisito imprescindible para poder usar sus poderes. Aunque le estaba prohibido, ella desobedeció transformándose en una bellísima joven. Yo la encontré un poco desorientada a las afueras del pueblo y me enamoré de ella nada más verla. No sabía que era la Luna y ella tampoco me lo dijo. Viajamos juntos a lugares recónditos, visitamos China, Rusia, grandes lagos y mares; vivimos muchas aventuras por toda la Tierra; ella estaba deseosa de conocer nuestro planeta. Con el tiempo se enamoró de mí y nos casamos. Al año de nuestra boda naciste tú, preciosa Duna. Éramos los seres más felices del Universo.- Su padre sonreía, recordando cada momento, mientras iba contando a su hija toda la historia.

-Y mientras ella estaba aquí abajo, ¿cómo es que el Sol no se dio cuenta que no había Luna? – preguntó la niña cada vez más curiosa. Estaba fascinada con la narración de su padre.

-No se dio cuenta porque una pequeña estrella, a la que la Luna hizo un favor tiempo atrás, se ofreció para ayudarla... se transformó en una luna para ocupar el lugar de tu madre; pero eso no duró siempre, el día de tu primer cumpleaños, el Sol descubrió el engaño. Le ordenó que volviera a ocupar su lugar esa misma noche. En ese momento, tú madre me contó quien era en realidad. Suplicó que la dejaran aquí contigo; pero el Sol no le perdonaba el engaño, y como castigo le quitaron el poder de transformarse en humana. - El padre de Duna no pudo evitar las lágrimas al relatar la historia.

-Papi… ¿por qué no le hiciste una foto?, al menos podría verla como era.- Duna sentía tanta necesidad de conocerla…

-Cariño se las hice más de una vez; pero al ver las fotos todas estaban en blanco- el padre de Duna se limpió una lágrima que resbalaba por su mejilla. Besó a su hija y lanzó un beso a la Luna antes de salir de la habitación.

****
La pequeña Duna, como cada noche, miraba el reflejo de la luna en el espejo, su padre lo puso ahí para que su madre pudiera verla dormir. Se dormía soñando que algún día vendría a buscarla…
Esa misma noche ocurrió que la pequeña tuvo un sueño muy especial. Soñaba que se encontraba en un gran campo de amapolas blancas, miró al cielo y vio descender hacia ella a la mujer más bella de todas. Su pelo era de plata, su vestido blanco y vaporoso, “estoy soñando y nada de esto es real” pensada la pequeña en su sueño. La mujer le dio un beso en la mejilla y con una voz angelical le dijo:

-Sí, estás soñando, pero yo soy real, soy tu madre. Sólo puedo ser humana en tus sueños-.
La niña se abrazó con fuerza a su madre. Se sentó con ella entre las flores.

-Cariño tu padre me sueña cada noche, y me ha contado lo que pasó en el colegio. Ya tienes edad suficiente para que puedas verme cada noche, estaremos juntas y nos contaremos cosas. Seré tu madre en tus sueños. No sufras si se ríen, eres muy especial y no pueden comprenderlo, ¡cuánto daría por poder estar contigo durante el día!-.

La Luna abrazaba a su hija y le cantaba canciones de estrellas y soles. Duna se sintió feliz, la más feliz de las niñas. Por fin había conocido a su madre y se habían abrazado, y aunque fuera en sueños ella lo sintió como si fuera real.

A la mañana siguiente le contó a su padre el sueño…

-Mi niña cuánto me alegro, anoche en mi sueño hablamos sobre ti. Ahora podrás verla siempre que quieras mientras duermes.- Contestó su padre emocionado y contento.

La niña peinó su plateada melena que le recordaba a la de su madre. Esa mañana fue al colegio sonriendo, se sentía muy feliz y estaba emocionada.
Se puso en la fila sintiéndose orgullosa de ser quien era.

-Hola Lunita- saludó Fidel que estaba detrás de ella en la fila.
Duna no hizo caso al comentario del niño.
Berta y Noelia se le acercaron y le pidieron perdón por reírse de ella. Lo cierto es que sus amigas pensaban que Duna era un poco fantasiosa y mentirosilla; pero era una buena amiga y no querían que estuviera enfadada con ellas.
A Duna no le importaba lo que pensaran los demás, sabía que era una niña especial. Se sentía muy afortunada por ser hija de la Luna.
Hizo las paces con sus amigas y a Fidel le contestó:

-Me llamo Duna; pero si quieres llamarme Lunita puedes hacerlo, es un nombre que me encanta – y le sonrió con la mejor de sus sonrisas.

Fidel se sintió tonto y dejó de meterse con ella.
Ahora Duna se veía en sueños cada noche con su madre. Cada vez que se encontraba con ella le contaba las cosas que hacía durante el día. La Luna le contaba preciosas historias del cielo, le hablaba de planetas donde todo cambiaba de color constantemente. En uno de sus sueños la llevó al planeta de las mariposas, era majestuoso verlas revoloteando y formando bellísimas imágenes de colores. Cuando Duna tenía alguna duda, su madre le ayudaba, incluso con los deberes. Una vez su madre le presentó al Sol porque salió antes de que ella se retirase, en algunas ocasiones ocurre que se juntan el Sol y la Luna de madrugada. Cuando el Sol vio a la pequeña, le dio un beso en la mejilla. Duna le miró con enfado y preguntó:

-¿Por qué no dejas que mi madre esté conmigo?, todas las niñas necesitan estar con su madre. Yo siempre he pensado que eres bueno-.

-Soy bueno ¿acaso no lo crees así?-

-Ya no estoy segura, alguien que es bueno no prohíbe a una madre cuidar de su hija-.
El Sol se sintió tan mal, que aquél día amaneció muy nublado. Se sentía avergonzado con Duna...
****
Una mañana, la señorita dijo que debían llevar arcilla a clase, iban a preparar un regalo para el día de la madre. En el recreo Noelia le preguntó a Duna si pensaba hacer algo, ya que ella no tenía madre.

-¡Claro que tengo madre Noelia! Ya conté una vez que es la Luna –contestó Duna con firmeza.

-Si empiezas otra vez con tus mentiras me voy a enfadar contigo –dijo Noelia un poco cansada de las fantasías de su amiga.

-Está bien, vamos a dejar el tema.- Concluyó Duna haciendo caso de los consejos que le daba su madre.

Lo cierto es que Duna se sintió feliz de hacer un regalo para su madre. La semana se le pasó volando; no le contó nada a su padre, quería mantener el secreto. Hizo una luna preciosa, pintada con purpurina plateada; estaba segura que el regalo iba a sorprender a su mami querida.
El viernes les dieron el regalo para que lo guardaran en casa hasta el domingo.
Por la tarde Duna ya no pudo aguantar más y le contó a su padre el secreto. Sacó la luna de arcilla y se la enseñó.

-Cariño ¿cómo vas a entregársela?, no puedes meter el regalo en tus sueños- explicó su padre queriendo impedir que la niña se decepcionara al intentar llevar el regalo a sus sueños.

- Está bien, lo pondré pegado en el espejo, para que pueda verlo desde el cielo. Además soñaré que se lo entrego, así será como si lo diera el de verdad.- Al terminar de decir esto Duna lloró, porque se sintió decepcionada, a pesar de que su padre quiso evitarlo.
En ese momento entendió que nunca podría darle un regalo real a su madre… era un sueño, sólo un sueño cada noche. ¡Nunca podría abrazarla de verdad!

-Duna hija ¿por qué lloras?- preguntó su padre emocionado al ver las lágrimas de la niña.

-Es precioso soñarla cada noche papá… ¡Pero la necesito tanto! ¡Necesito que sea real! Quiero demostrar a mis amigas que no soy una mentirosa. Necesito a mi madre aquí con nosotros, verla de día, que me lleve al colegio, que me regañe; pero que sea cuando estoy despierta, que sea real…- y siguió llorando mucho rato.

Esa noche Duna se asomó a la ventana con su regalo en la mano… miraba a su madre, ¡tan hermosa!, ¡tan inalcanzable! Resbaló una lágrima de sus ojos, yendo a caer encima de la figurita de purpurina, la lunita de arcilla para su madre…
La Luna brilló más que nunca, como queriendo animarla.
En el sueño de esa noche su madre le preguntó:

-Mi vida ¿por qué llorabas en la ventana?-.
Duna le dijo que la necesitaba mucho durante el día…

-No eres real mamá, eres un sueño, ¡te necesito tanto!, quiero verte de día, como a cualquier otra mamá-.

La Luna sintió mucha tristeza por su hija. No sabía cómo consolarla. Pasó toda la noche abrazada a ella, cantándole hasta el amanecer.
Volvieron a encontrarse con el Sol y Duna le dijo con rabia:

-Eres cruel, todos los cuentos te ponen como bueno; pero no lo eres, ¡eres malo! ¡Me has quitado a mi madre!-.

La Luna le pidió disculpas y regañó a su hija por ser tan imprudente:

–El Sol siempre es generoso y bueno cariño; la culpa es mía por haber desobedecido, fui caprichosa y tú estás pagando las consecuencias-.

La niña pidió perdón al Sol y se abrazó a su madre un instante antes de despertar. El Sol volvió a esconderse entre las nubes, ¡se sentía tan culpable por el llanto de Duna!
****
El sábado su padre la llevó al parque de atracciones para animarla; su amiga Noelia la acompañaba. Prometieron no enfadarse más, Duna decidió no hablar de su madre y Noelia prometió no preguntarle más. Se lo pasó muy bien, montaron en todo varias veces, comió algodón de azúcar y muchas chuches más.
Estaba deseando que llegara la hora de dormir, para contarle todo a su madre en sueños.
Volvió a casa cansadísima y cargada de recuerdos de ese día. Después de cenar, pegó la lunita de arcilla en el espejo, así su madre siempre podría verlo, besó a la Luna que se reflejaba en él. Cuando por fin llegó la hora de acostarse, su padre le contó un cuento y se quedó dormida enseguida.
Esa noche empezó su sueño en una pradera junto a un lago. Se sentó a esperar a su madre, que tardó un buen rato en aparecer.

-¿Por qué has tardado tanto? Te echo de menos-.

La Luna estaba vestida con un traje de color plata y se había peinado con el pelo lleno de trenzas.

-Quería estar muy guapa para ti, a las doce de la noche  ha empezado el día de la madre. Quiero celebrarlo llevándote a un lugar muy especial-.
Duna quedó maravillada por la belleza de la Luna.

-¿A dónde vamos mamá?-.

Su madre la llevó volando a un rincón del cielo, donde se celebraba una fiesta para Duna y ella. La niña sacó de un bolsillo su regalo y dijo:

-Toma, este es tu regalo, el de verdad está pegado en el espejo de mi habitación-.
Se lo entregó dándole un beso en la mejilla. La Luna acarició su cara con un dedo y le sonrió.

-Duna, hoy es el día de la madre y estamos juntas, aunque sea en sueños, ¿No estás contenta?-

Lo pasó muy bien jugando con las estrellas.
Ese amanecer volvió a ver al Sol por tercera vez y le miró dolida por no poder tener a su madre como cualquier otra niña. Esta vez el Sol se acercó a ella y besándole la mejilla dijo:

-Pequeña Duna hoy te voy a demostrar que soy bueno- y guiñándole un ojo sonrió.

Duna despertó y el Sol lucía espléndido.
Se levantó contenta a pesar de que no tendría a su madre durante el día; cuando entró en la cocina casi se muere del susto. En la mesa estaba el desayuno y su padre estaba sentado junto a su madre. ¡La Luna en la cocina!

-¿Estoy soñando aún? –preguntó Duna bastante confusa.

-No cariño –dijo su padre- estás despierta, Luna cuéntaselo tú –dijo su padre radiante de felicidad.

La Luna le contó que el Sol sintió mucha vergüenza al verla tan triste y decidió perdonar a la Luna, buscando solución que fuera satisfactoria para todos. Durante la noche la Luna estaría en el cielo; pero en cuanto el Sol iluminara la tierra con sus rayos Luna podría ser humana hasta el anochecer…

-El Sol no ha podido soportar que una niña piense que es malo jajaja- rió Luna abrazando a su hija.

-Felicidades mamá, estás aquí conmigo en el día de la madre – gritó Duna abrazándose a su madre y a su padre al mismo tiempo-¡Mamá! Eres real… no estoy soñando.- Exclamó incrédula.

-¡Cariño!, a partir de ahora podré llevarte al colegio cada mañana. Ahora estaré contigo siempre-.
La niña se fue a buscar a sus amigas para invitarlas a una fiesta de pijamas esa misma noche, su padre la acompañaba, y convenció a la mamá de Berta y Noelia para que les diera permiso. Duna quería que conocieran a su madre.

En cuanto sus amigas llegaron a casa a dormir, Duna les contó que esa misma noche conocerían a la Luna en sus sueños, sus amigas no quisieron discutir otra vez y callaron.
Su padre preparó una cama en el suelo para todas.
Cuando todas dormían, soñaron que estaban las tres en un campo de amapolas blancas… del cielo bajó la Luna y se transformó en mujer. Berta y Noelia comprendieron entonces que Duna decía la verdad… Estaban maravilladas “¡Qué suerte tienes Duna!” dijeron sus amigas” Cuánto sentimos no haberte creído”. La Luna las llevó a un motón de sitios, les presentó a varios luceros, estrellas y hasta se subieron en un cometa… Aquella noche tuvieron el sueño más bonito de toda su vida.
Lo mejor llegó cuando amaneció el día, porque cuando las niñas fueron a desayunar, se encontraron en la cocina a la hermosa mujer del sueño...

-¡Eres real... eres la Luna!- dijo Berta con cara de alegría.

-¡Eres la mamá de Duna!, la Luna es la madre de mi amiga. ¡Cuando lo cuente por ahí nadie me creerá!-. dijo Nelia sin dejar de mirar a la Luna.

A partir de ese día sus amigas no volvieron a pensar que Duna era una mentirosa y se sintieron muy orgullosas de ser sus amigas.

Os podéis imaginar lo feliz que fue Duna desde aquél día…
Duna lloró de alegría, su padre lloró de alegría, la Luna lloró de alegría… hasta yo que escribí este cuento estoy llorando de alegría, y tú ¿también lloras de alegría?

…Y naranja anaranjado, este cuento ha terminado. ¿Os ha gustado?

(autor: María Jesús Blanco)
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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Aventuras de Dado y Canica



En el cajón de los juguetes viejos, hay una canica de cristal, con un ramillete de colores en su interior; también hay un pequeño dado de parchís, se perdió un día y alguien lo echó al cajón. Así es como se conocieron Dado y Canica. Se hicieron muy amigos, mientras pasaban los días, esperando a que alguien se acordara de ellos.

Una mañana hicieron limpieza en el cuarto de Dani… tiraron a la basura todo lo que ya no utilizaba el niño, de modo que Dado y Canica se encontraron en el cubo de la basura. Cuando se dieron cuenta de dónde estaban, se abrazaron temblando de miedo… Ya nadie jugaría nunca más con ellos, habían dejado de ser útiles. Se miraron con tristeza y empezaron a llorar.

Por la noche tiraron la bolsa de la basura al contenedor de la calle, después vino el camión y volcó todas las bolsas en su depósito trasero… Canica y Dado estaban asustados, notaban que los movían de un lado a otro y no entendían qué estaba pasando. El camión de la basura llegó al vertedero y volcó toda su carga en una gran montaña de desperdicios humanos.

La bolsa en la que estaban encerrados se rompió y quedaron libres. Canica empezó a rodar cuesta abajo a toda prisa…

-¡Canica espérame que yo soy cuadrado y no puedo rodar!- gritó Dado a su amigo Canica.

-¡Libres, somos libres Dado!- gritaba Canica sin poder creer lo que les acababa de pasar.

Como nadie los necesitaba y eran totalmente libres, Dado y Canica pensaron hacer un viaje alrededor del mundo. Lo primero que hicieron fue acercarse a la ciudad, necesitaban bañarse porque ¡olían a basura! Se metieron en una pequeña fuente y nadaron, bucearon, se salpicaron ¡Qué bonito les parecía ser libres!

-¿A dónde quieres que viajemos primero?- preguntó Canica entusiasmado.

-Quiero ir al país de los juguetes abandonados, allí no estaremos solos y seremos felices- contestó Dado

-¿El país de los qué? Ese sitio no existe. ¿No te apetece conocer mundo?- dijo Canica a su amigo, que siempre fue un poco ingenuo.

-¡Siiiii! Eso es lo que quiero… conoceremos las grandes montañas llenas de nieve, y nos tiraremos en trineo cuesta abajo. Navegaremos en barco a las islas y descubriremos grandes tesoros… salvaremos princesas en peligro ¡y mil cosas más!- contestó Dado muy feliz con todas esas aventuras que les estaban esperando.

Empezaron su camino a las grandes montañas. Cruzaron un gran río y llegaron a una pequeña aldea de apenas cincuenta habitantes. A Dado y Canica les pareció un lugar mágico para pasar la noche. Se pusieron a mirar el cielo y pasó una estrella fugaz…

-¡Mira Alex una estrella fugaz! Ahora tal vez se cumpla mi deseo- dijo Elisa a su hermano con una gran sonrisa.

-¿Y cuál es tu deseo?- preguntó Alex, aunque ya sabía la respuesta.

-He pedido un juguete para cada uno ¡ya lo sabes!- dijo Elisa muy contenta por haber visto la estrella.

Dado y Canica escucharon toda la conversación de los niños y se quedaron muy extrañados. Les parecía muy raro que esos niños no tuviesen juguetes. Decidieron quedarse un par de días en la aldea, querían saber por qué unos niños no tienen con qué jugar…

-¿Por qué no nos quedamos con esos niños Canica? Podríamos ser su juguete ¡seríamos útiles de nuevo!

-Primero vamos a investigar un poco Dado, ya nos tiraron a la basura una vez ¿recuerdas?

Los dos sintieron ganas de quedarse allí, pero antes cotillearon un poco por la aldea… En una pequeña cabaña vieron a una anciana que estaba contando algo a su hijo.

-¿Cuánto tiempo más estaremos bajo el hechizo de esa bruja loca? Sólo hay dos niños en la aldea, y se sienten muy solos; y por si fuera poco no pueden tener juguetes porque la bruja ha prohibido fabricarlos. Ni siquiera los Reyes Magos, Papá Noel o el ratoncito Pérez pueden encontrar este sitio… esos niños tienen muy mala suerte.

-Madre la bruja dijo que sólo una cosa podría romper el hechizo… sus palabras exactas fueron “Maldigo esta aldea a la soledad absoluta; ninguna persona, animal o ser mágico podrá entrar aquí… y vosotros no podréis salir, hasta que llegue lo que yo no he dicho”, ¿qué será lo que la bruja no dijo?

Dado y Canica se quedaron impresionados al escuchar la historia…

-Pobres niños- dijo apenado Canica

-Si… Nosotros podríamos alegrarles un poco la vida ¿no crees? Agregó Dado pensativo

A la mañana siguiente los niños se levantaron, para ir a casa del señor Ramón, que era su profesor. Elisa tropezó con algo cuadrado, se agachó y qué estupenda sorpresa ¡un dado y una canica! Estaban allí mismo a sus pies. Ella se quedó el dado y Alex la canica… se los llevaron a casa del profesor y se lo enseñaron.

-¿Pero cómo puede ser? ¿Cómo han llegado hasta aquí?- dijo el profesor bastante intrigado por el hallazgo.

-Estaban en el suelo señor Ramón, le prometo que yo sólo pedí un deseo a una estrella fugaz…La bruja no puede quitarme este juguete, no lo ha traído nadie y no es un animal ni una persona, y tampoco es mágico.- dijo Elisa inocentemente sin saber que acababa de dar con la solución del hechizo.

-¡Claro! Lo que la bruja no dijo es un objeto o cosa… ¡Sólo un objeto puede entrar! Estos juguetes han venido solos

Dado y Canica contaron todo lo que les pasó hasta ese momento…comprendieron que al visitar la aldea, habían salvado a sus habitantes del hechizo ¡Se sintieron tan felices en ese momento!

Decidieron quedarse para siempre con Elisa y Alex, les hubiera gustado conocer el mundo; pero ellos eran juguetes y ahora sí que les querían… jugaban con ellos todos los días.

La aldea ya no estaba hechizada y los reyes Magos, Papá Noel y el ratoncito Pérez ya podían venir… Vinieron más habitantes y con ellos más niños; pero Elisa y Alex jamás dejaron solos en un rincón a Canica y Dado.

Naranja anaranjado…este cuento ha terminado ¿Os ha gustado?

*Cuchu* Safe Creative #1009207378553

lunes, 20 de septiembre de 2010

La Graduación de Cuchufleta

Pelusilla no se encontraba nada bien. Llamó al señor Topo para que viniera a verla, a lo mejor podía ayudarla con algún jarabe de los que solía preparar.

-Por los síntomas parece que tienes una gripe....en estos casos lo mejor es quedarse en la cama-. El señor Topo le dio un jarabe para la fiebre y le aconsejó no salir a la calle.

Eso era todo un contratiempo para Pelusilla. Tenía que desfilar disfrazada de reina Roja en la fiesta de graduación de su amiga Cuchufleta la mofeta.

La ardilla se puso de tan mal genio que su cola se puso tiesa y empezó refunfuñar ¡Maldita gripe! Y justo ahora que tengo un compromiso ¿pero es que siempre me tiene que tocar a mí? – se tiró un buen rato protestando tan alto, que todos podían oírla desde el exterior

Panda que la estaba escuchando, se acercó a verla un momento.

-¿Pero qué te pasa? Se oyen tus gritos desde la calle…eres una cascarrabias – le dijo el oso a Pelusi.

-¡Tengo gripe! Y mañana es el desfile. ¡Esto no puede ser! – protestó la ardilla.

¡Vaya mal genio el de la ardilla! Cuando algo no sale como ella espera empieza a gruñir sin parar.

-Gruñir no te sirve de nada Pelusi – dijo Panda - Si estás enferma lo mejor es quedarse en la cama- trató de convencerla, pero sin mucha esperanza de conseguirlo.

-¡Ni hablar!...no puedo quedarme en la cama. De ninguna manera puedo fallar a mi amiga –

Pelusilla no paraba de gruñir dentro de la cama. Se sentaba, gruñía y volvía a tumbarse. Le dolía todo, y sabía que por mucho que ella quisiera no podría desfilar en la fiesta de graduación. – “Pobre Cuchufleta....se quedará sin su reina en el desfile, con lo que le costó hacer el traje y ahora nadie lo lucirá”- pensó sin poder hacer nada.

A Panda se le ocurrió una idea.

-Si quieres yo puedo desfilar de reina Roja - dijo el oso convencido de haber encontrado la solución.

Las carcajadas de su amiga se escucharon a un kilómetro.

- ¿Tú? pero si eres un chico ¿Te imaginas a un oso vestido de reina de las fiestas??? ¡No, no y mil veces no! Todos se reirán de ti..... ¿Además dónde piensas meterte el vestido? ¡Con lo grande que eres tendrías que llevarlo en una oreja! -. La ardilla no paraba de decir cosas, empezó a llorar desconsolada ¡Ayyyyyy! ¡Ayyyyyy! ¡Con la ilusión que le hace llevar ese traje! Menuda faena…

-Tranquilízate, ya me ocupo yo de buscar una solución. ¿Cuánto falta para el desfile? -El pobre oso no sabía cómo tranquilizarla.

-¡Mañana! No hay tiempo para buscar una solución.....será un desastre-. Y volvía a tumbarse en la cama porque la fiebre empezaba a subirle.

- ¡Vamos! No es para tanto. Lo que pasa es que te encuentras mal y por eso todo te parece tan grave… -Panda pasó un buen rato con ella, intentando distraerla para conseguir calmarla. Le dio el jarabe para la fiebre y se quedó esperando hasta que Pelusi se durmió.

Fue a casa de la mofeta Cuchufleta y le contó todo.

La pobre mofeta estaba tan ilusionada con el desfile que al escuchar a Panda, empezó a dar paseos de un lado a otro sin parar.

-Llevo trabajando en ese traje de reina Roja tres meses.... El que gane el desfile tendrá el honor de vestir a Doña Gata Siamesa. Ese es el sueño de toda diseñadora de moda.... Si no puede desfilar Pelusilla no lo hará nadie. El traje está hecho a medida, y ella es la única que puede lucirlo. ¡Oooohhhh rayos que mala suerte tengo! - Y Cuchufleta paseaba cada vez más deprisa por toda la casa.

Panda se puso bizco de mirarla y gritó: - ¡Para ya!! Me estás mareando con tus paseos. Se me ha ocurrido una idea. Mañana Pelusilla estará lista para el desfile, de eso me encargo yo-. Y con las mismas salió de casa de Cuchufleta a toda velocidad.

Mientras Pelusilla dormía, Cuchufleta le daba vueltas a la cabeza por si se le ocurría algo.

¿Y si le pide a la coneja Amanda que sustituya a la ardilla?

No eso sería un mal gesto hacia su amiga…Pelusilla siempre la ayuda cuando lo necesita. Ya está decidido, si no desfila su amiga, no lo hará nadie…

Panda se adentró en el bosque, tenía que llegar a la colina de los deseos antes que se pusiera el sol. Tardó un par de horas en llegar, pero mereció la pena el esfuerzo, aún era de día y podría acomodarse en el lugar adecuado a esperar la noche. Se tumbó boca arriba mirando al cielo, esperando la noche con impaciencia… Necesitaba que pasara un cometa.

Su madre le contó una vez que si ves pasar un cometa y pides un deseo antes de que se desvanezca se cumple. Y a él se le cumplió cuando pidió que Pelusilla fuera su amiga ¡Se divierte tanto con ella!

Una vez se disfrazaron de fantasmas, querían asustar a Kimono para darle una lección por sus bromitas… salieron de noche los dos juntos, y kimono les dio un susto de muerte jajajajaa. Se pintó con colores fosforescentes y lucía como un verdadero fantasma. Y es que Kimono es único para gastar bromas.

El señor Topo volvió a ver cómo se encontraba la ardilla de su gripe. Se encontró a la pobre en la cama empapada de sudor, la fiebre volvía a subirle y con el disgusto del desfile cada vez se encontraba peor.

En la explanada del bosque ya estaban montando la pasarela... Al día siguiente a mediodía empezaba la fiesta de graduación. Y no había Tiempo que perder

Estaba quedando un escenario precioso…

La coneja Amanda se acercó a casa de Panda a preguntar por Pelusilla, pero no había nadie dentro.

La noche empezaba a caer en el bosque. Panda seguía en lo alto de la montaña esperando a ver ese cometa que cumpliría su deseo. Ya estaba casi dormido…

¡Por fin un cometa cruzó el cielo! Panda cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas…- Que se cure Pelusilla….que se cure esta noche…por favor, por favor, por favoooooorrr -.

Ahora ya se podía ir a casa tranquilo porque Pelusi se curaría esa misma noche.

Amanda visitó a Pelusilla, parecía una ardilla espachurrada, “pobrecilla, lo debe estar pasando fatal” pensó Amanda. Charló un ratito con ella y luego se marchó a casa.

La pobre ardilla amaneció con mucha tos, y no podía parar de sonarse la nariz….así no podía ir a ninguna parte. Cuchufleta se pasó a verla.

-Hola Pelusilla, ¿Qué te pasa en la nariz? La tienes roja y gorda como un payaso. ¿Te encuentras mejor? - preguntó la mofeta un tanto apenada.

-Lo siento mucho Cuchufleta….que inoportuna he sido al ponerme enferma. Debí tener más cuidado cuando jugaba en el río… el agua estaba demasiado fría. ¡Soy una ardilla tonta!

- No es culpa de nadie, otras veces me has ayudado mucho. Si no desfilas este año ya será el que viene. ¡Prepararé un vestido espectacular y serás la reina del baile!- las dos rieron

En ese momento entró Panda por la puerta muy contento.

-Anoche pedí un deseo ¿A que estas curada Pelusi?

- Pues no Panda no estoy curada – contestó la pobre Pelusi entre sollozos – No es justo.

- Creo que lo mejor es que vaya al desfile... al menos veré quien gana el premio. ¡Te prometo que te contaré todo! –Cuchufleta dio un beso a su amiga enferma y se marchó.

Panda se quedó con su amiga en casa para consolarla. Le contó historias que habían vivido juntos; se rieron recordando las veces que Panda se había caído bajando la cuesta del huerto.

-Ja j aja ¡Soy un poco torpe! En cambio tú eres tan graciosa moviéndote…

Todos los invitados fueron ocupando sus sitos para ver el evento…. Había gran expectación por conocer a Doña Gata Siamesa.

Los animales del bosque, desfilaban con gran elegancia, los trajes de los diseñadores que se graduaban, esperando que Doña Gata Siamesa se decidiera por alguno de ellos.

De pronto el señor Topo se percató de su ausencia…. – ¿Alguien sabe dónde está Doña Siamesa? – preguntó a los encargados de recibir a la invitada de honor.

-Pu…pu…pues no la he…. hemos vissss….vissss…..visto – contestó el conejo Tartamudo.

La Gata Siamesa no apareció por ningún lado…

Ya había terminado la graduación.

Por la tarde Pelusilla se empezó a encontrar mucho mejor y salió a ver la fiesta. Cuchufleta al verla se alegró mucho, y Panda le pidió que se pusiera el vestido rojo ¡tenía tantas ganas de verla!

Cuando Pelusilla se presentó en el baile con su vestido de reina Roja, todos se quedaron mirando y admirando a la pequeña ardilla.

En ese momento llegó Doña Gata Siamesa, que se había perdido en el camino y estaba muy malhumorada.

El conejo tartamudo la recibió con el mejor de sus saludos y le ofreció un asiento cómodo, tratando de calmarla. El señor Topo pensó que podrían desfilar de nuevo todos los trajes, así el ganador recibiría el premio. Dicho y hecho. Pelusilla lució su traje en la pasarela y se sintió como una auténtica reina. Cuchufleta estaba muy emocionada, además del orgullo que sentía al ver su obra maestra lucir tan esplendorosamente. No ganó el concurso, pero se sintió muy feliz por haber cumplido su sueño. Hicieron fotos que Pelusilla pensaba colgar en su saloncito.

Doña Gata Siamesa se enamoró de aquél vestido rojo y encargó uno para ella a la mofeta, que daba saltos de alegría.

Panda miró al cielo y dio las gracias a su cometa por cumplir el deseo… ¡Sabía que no le fallaría!

-Hoy ha sido el peor día de mi vida, y al mismo tiempo ha sido el mejor día de mi vida ¿a que suena raro? – preguntó Pelusilla a sus amigos.

-A mí me ha pasado exactamente igual que a ti – contestó Cuchufleta muy relajada.

-Es muy curioso ¿verdad? Un día puede empezar muy mal, pero si nos lo proponemos, podemos hacer que acabe bien- dijo Panda un poco tímido.

Esa noche se subieron todos a la colina de los deseos a dar las gracias por todo. Se encontraron con la coneja Amanda, que estaba allí tumbada.

-¿Qué haces aquí Amanda? – preguntó Panda

-Anoche pedí que la Gata Siamesa se retrasara, para que Pelusilla tuviera tiempo de recuperarse. Hoy he venido a dar las gracias.

Todos se agarraron de la mano tumbados boca arriba para agradecer a la naturaleza, y a las estrellas, todo lo bueno que les había pasado.

¡¡Y es que podemos hacer que las cosas cambien a mejor!! ¿A ti que te parece?

Naranja anaranjado….el cuento ha terminado ¿Os ha gustado?



*Cuchu*




domingo, 12 de septiembre de 2010

La Biblioteca Mágica


Se acabaron las vacaciones para Irene. A ella le gusta mucho su cole porque allí están sus amigos, y podrá verlos todos los días, y la Elvira, su señorita que la adoraba... ¡Era tan guapa!, ¡ tan buena!, ¡y tan cariñosa!

¡Cuánto los había echado de menos! Tenía muchas cosas que contar sobre el verano… tantas que seguro se le olvidaba algo.

Irene muy ilusionada preparó la cartera con su madre, y metió una tarjetita que hizo con mucho cariño para regalar a la señorita Elvira el primer día de cole. ¡Qué ganas tenía de darle un abrazo!

-¿Estás muy contenta de ver a tus amigos nuevamente? –preguntó mamá sonriendo..

-Siiii, y a la señorita Elvira... porque este año estará ella ¿no? –contesta Irene con entusiasmo.

-Claro cielo, este año tienes la misma señorita… - dijo mamá.

¡¡y por fin amaneció el primer día de cole!!

Irene se levantó con más ganas que nunca, estaba muy nerviosa. En su cabeza se agolpaban las preguntas ¿Será difícil este curso? ¿Seré capaz de aprenderlo todo? ¿Estarán todos mis amigos? ¿Se darán cuenta de mi precioso corte de pelo?

Cuando en la puerta del cole vio a todas las mamás y a sus amigos, los nervios fueron aún mayores… Le dio un beso precipitado a su madre y entró corriendo a la fila.
Todos se besaron y empiezaron a contarse las aventuras del verano…

-¡He montado en avión! Las casas eran cada vez más pequeñas, hasta que ya no se veían….Y las nubes ¡una cosa increíble! ¡Quiero ser piloto de aviones! –contaba atropelladamente Sergio.

-Yo monté en barco… paraba en todas las ciudades que están en la playa ¡había gente rarísima en algunos sitios! ¡Y comían aaaggggg cosas asquerosas! –contó Malena

Irene se sentía muy feliz de estar otra vez con su mejor amiga Erika, que le contó que había estado en Asturias disfrutando mucho. Irene le dijo que ella fue a la playa dos veces, también a la montaña un fin de semana y a no sé cuántos sitios más…
Los niños y niñas hablaban y hablaban sin parar, todos querían contar sus cosas.

-Vamos a la clase charlatanes- dijo la señorita.

Irene se quedó extrañada ¡Esa señorita no es Elvira!
Una vez en clase, la señorita se presentó.

-Hola, me llamo Marga, seré vuestra profesora este año.

-Pero ¿por qué no viene Elvira? Mi madre me ha dicho que este año nos toca con ella.- preguntó Irene bastante desilusionada…

Esta profesora no le agradaba nada, tenía cara de bruja fea y su voz no le parecía tan agradable como la de su seño.

-La señorita Elvira ha tenido que trasladarse de colegio por cosas personales, sé que os hubiera gustado seguir con ella; pero a veces las cosas no son como nos gustaría. Espero hacerme muy amiga vuestra y que me queráis tanto como a Elvira-. Explicó la nueva profesora.

Pasaron el día de clase contando cada uno sus experiencias y esta vez de uno en uno. Cuando acabó la clase, Irene salió del colegio un poco seria, no se imaginaba todo el curso con esa nueva profesora ¡qué desagradable!

Su madre la esperaba en la puerta impaciente por saber cómo habría sido el primer día de su niña. Irene la besó con una carita tristona.

-¿Se puede saber qué te pasa? No has soltado una sola palabra desde que has salido del colegio, con lo contenta que estabas, algo ha tenido que pasar- preguntó su madre intrigada.

-Ya no tengo a la señorita Elvira ¡Y no me gusta la nueva! Es fea y parece una bruja ¡No me gusta nada!- contestó la niña muy disgustada.

-No está nada bien decir eso, no la conoces ¿Cómo sabes que no te gusta? –le dijo su madre.

Al día siguiente Irene volvió al colegio con la esperanza de que Elvira hubiera vuelto. Cuando llegó a la fila, se topó con la realidad... Marga estaba allí otra vez, y por lo que hablaron en la fila, parecía que a sus compañeros tampoco les gustaba la nueva seño.


-Vaya, vaya… veo que no os gusto nada ¿puedo saber por qué? Ni siquiera sabéis como soy. Por vuestras caras adivino que os parezco seria, aburrida, fea, vieja y no sé cuántas cosas más… en pocas palabras ¡no os gusto nada!- dijo Marga a los niños divertida con la situación.

Todos se sintieron muy avergonzados con las palabras de la seño. Irene se puso colorada y fijó su mirada en el suelo.

-Hoy tenemos una excursión muy especial, levantaros de vuestros taburetes y poneros en fila agarrados de la mano- dijo la seño.

Sacó de su bolso un trozo de tela que clavó con chinchetas en la pared, era el dibujo de una puerta . Cogió la mano de Irene, que era la primera de la fila, abrió la puerta de la tela y la cruzaron.

¿Qué había pasado? Al otro lado de la puerta se encontraron en medio de una gran biblioteca, con pasillos interminables llenos de libros.

-Estáis en mi biblioteca mágica. Cada libro contiene un mundo de aventuras, que se hará realidad con sólo abrirlo- explicó Marga.

-¿En serio?- preguntó Sergio sin creer lo que estaba pasando.

Marga les acercó un libro que trataba sobre la matemáticas, lo abrió y todos los números salieron volando…

Irene miró a su alrededor  con la boca abierta por la sorpresa. Ahora se encontraban en un lugar lleno de cuadrados, circulos, triángulos, etc.  y los números estaban jugando con los signos de sumar, restar y multiplicar. Todo era bastante divertido y muy mágico

-Estáis en el mundo de las matemáticas, y aprenderéis muchas cosas jugando con los números, ¿os parece divertido?- explicó la señorita.

-Hola, soy el signo de multiplicar… multiplico, multiplico, multiplico…- dijo la X un poco alocada.

-Yo soy el 2, si la X se pone a mi lado, me multiplica y crezco…. crezco… crezco jajajaja- dijo dando volteretas.

Los niños de la clase estaban impresionados, nunca habían vivido la magia de verdad. Marga cerró el libro y todos los números y signos desaparecieron, volviéndose a encontrar en la biblioteca de nuevo.

¡Parecía increíble! Estaban en un mundo mágico y era de verdad.

Irene vio un libro de naturaleza… Lo abrió y salieron volando cientos de mariposas, mariquitas, una nube lloviendo, flores y mil cosas más.

-Hola soy un copo de nieve ¿Te gusta mi forma?, parezco una estrella. Ningún copo de nieve es igual a otro ¿lo sabias? Todos tenemos una forma distinta y única…
- contó el copo de nieve muy orgulloso de su forma.
- ¿Sabías que en el agua comienza la vida? Por eso soy tan importante en la tierra- dijo una gota de agua.

Sergio cerró el libro, tenía mucha curiosidad por abrir uno de cuentos… lo abrió y ¡cientos de personajes de cuento salieron fuera!

-Tu eres el lobo de los tres cerditos… ¿Cómo eres tan tonto de soplar en una casa de ladrillos? ¿Acaso no sabes que son muy resistentes?- dijo Sergio entusiasmado. Jamás en su vida se había divertido tanto.

-¡Yo no tengo la culpa! Solo hago lo que el escritor quiere que haga, o nadie te ha dicho que yo no escribí el cuento?? - contesta el lobo con mal genio.

Irene y Erika jugaron con Caperucita roja a “tú la llevas”, Malena y Elías se metieron en la casa de los tres osos con “ricitos de oro” y probaron la sopa y se tumbaron en las camas... al final los osos se enfadaron y tuvieron que marcharse de allí.

-Vamos chiquillos, cerrar el libro que tenemos que regresar a la clase- les dijo la seño.

Todos protestaron, querían seguir abriendo libros y descubrir mundos nuevos. Aquello era lo más genial que les había pasado nunca.

-Os prometo que todos los lunes visitaremos la biblioteca mágica, aprenderéis mucho aquí, y os divertiréis mucho-. Dijo Marga muy contenta con sus nuevos alumnos.

Volvieron a la clase y la señorita Marga quitó la tela con la puerta dibujada, la guardó en su bolso y les preguntó de nuevo.

-Bueno decidme ¿os parece que vais a querer aprender conmigo o no?

-Perdóname señorita Marga… ahora que te miro bien, eres guapa, además no importa ser joven o vieja ¡eres una súper señorita! ¡He sido una tonta!- dijo Irene arrepentida.
Todos los niños de la clase pidieron perdón a Marga por haber sido tan poco generosos con ella. Ahora estaban encantados de que fuera su profesora.
Irene volvió a su casa, contando a su madre por el camino, todas las aventuras vividas en el colegio.

-Jajaja qué imaginación tienes ¡una biblioteca mágica! Jajaja. Me alegro mucho que al fin te agrade tu nueva profesora- contestó mamá riendo. Sin creer que fuera cierto lo que Irene le contaba.

A ella no le importó demasiado si le creían o no… Pero cada lunes vivía una maravillosa aventura en la biblioteca mágica. ¡Qué suerte tener a Marga como señorita!
Irene aprendió que los cambios se deben aceptar sin miedo; porque pueden traer sorpresas muy agradables. Y su seño Marga en realidad no era fea, ni vieja ni desagradable... ¡era estupenda!
Y leer se convirtió en una diversión para ella.

Y naranja anaranjado…este cuento ha terminado ¿Os ha gustado?

*Cuchu*

sábado, 11 de septiembre de 2010

Aventuras en el Bosque / Una Cola de Lunares



Panda, señor Topo y Kimono estaban jugando a tirar piedras en el río, a ver quién llegaba más lejos, casi siempre ganaba Kimono, entre otras cosas, porque tiene los brazos más largos que sus amigos. El señor Topo no ve muy bien y eso le impide apuntar muy lejos, por eso no ha ganado ni una sola vez.

-Si tuviera unos lentes más potentes seguro que os ganaría de vez en cuando… ¡Estoy harto de ser un cegatón!- Topo parecía un poco enfadado al decir esto.

-¡Chan Tatachaaaaaaaan!

Todos volvieron la cabeza y se encontraron con la cola de Pelusi. La tenía toda llena de papelitos pegados en varios colores.

-Pelusi tu cola parece una piñata jajaja- rió Kimono bromeando.

-¡Eres un tonto! No está bien reírse de los demás, ¿es que no os gusta mi cola? ¡Eso es porque no estáis a la moda! Son lunares, en la ciudad se llevan mucho- concluyó muy orgullosa de su aspecto.

-No te enfades Pelusi, pero Kimono tiene razón, pareces una piñata. Además los papeles se te irán despegando de la cola- contestó Panda con cautela para no enfadar a la ardilla, ¡porque vaya genio se gastaba!

-Hoy he recibido una carta de mi prima, la que vive en la ciudad, y me ha dicho que está de moda entre las ardillas tener lunares en la cola. Viene esta semana a visitarme y quiero estar a la última para recibirla- explicó Pelusi haciéndose la interesante.

Panda, Kimono y señor Topo se miraron, por sus caras estaban pensando los tres ¡la que nos ha caído encima!!! ¡Con lo cabezota que es, seguro que les esperaban un montón de quebraderos de cabeza!

-Bueno ¿os gusta o no?- volvió a preguntar Pelusi.

-¡Claro que nos gusta! Contestaron los pobres, sin atreverse a llevarle la contraria. Cuando algo se le metía en la cabeza ¡no había manera de hacerle cambiar de idea!

-Tengo que enseñarle mi nueva imagen a Cuchufleta, ella entiende mucho de moda ¡seguro que le encanta!-

Y se fue por la Cuesta del Huerto dando saltitos y cantando.

-Uff ¡cualquiera le lleva la contraria! ¿Seguimos con nuestro juego?- preguntó señor Topo.

Cuchufleta no estaba en casa y Pelusi estaba deseando mirarse de nuevo en el espejo, de modo que volvió a su árbol para seguir admirando sus lunares…

-¡Noooooooo! ¡Ayyyyyyy! ¡Ayyyyyyy!- nadie es más escandaloso que Pelusi llorando, sus gritos se escuchaban en todos los rincones del bosque, incluso en el río.

Señor Topo se quedó parado escuchando y los demás le imitaron. Un quejido desconsolado llegó a sus oídos “ayyyyyyy” “ayyyyy”

-Parece que a Pelusilla le ocurre algo- observó señor Topo-será mejor que nos acerquemos a su casa- concluyó.

Pelusi estaba mirándose la cola en el espejo sin parar de llorar.

-Si sigues llorando así vas a inundar el bosque- bromeó Kimono

-Tengo un problema muy serio ¡he perdido los lunares!, ¿no lo ves? No es momento de bromear ¡ayyyyyy!- Pelusi lloraba desconsolada cada vez que se miraba al espejo.

-A mí no me parece nada grave no tener lunares en tu cola, siempre la has tenido así y no te parecía mal- trató de animarla Panda.

-Yo tengo una idea ¿qué te parece si te pintamos los lunares?- dijo señor Topo, que siempre buscaba solución a los problemas.

Todos coincidieron en que la idea era genial. Se pusieron manos a la obra sin desperdiciar ni un solo segundo.
Panda trajo unos pinceles que tenía guardados en su baúl de los tesoros. El señor Topo trajo tintes de colores que compró en la tienda de manualidades. Kimono que tiene un gran talento para la pintura, cogió todos los materiales y se encargó de pintar la cola de Pelusi. Tardó aproximadamente una hora en terminar su obra de arte.

-¡Listo Pelusi!, han quedado estupendos- dijo Kimono muy satisfecho con el resultado.

Cuando la ardilla se volvió a mirar en el espejo, se le iluminó la cara.

-Tengo una cola preciosa, ¡preciosa, preciosa!- dijo muy sonriente Pelusi.

Como agradecimiento preparó el mejor de los bizcochos y les invitó a merendar. Se sentaron todos alrededor de un mantelito que colocó en el suelo. ¡Qué bien preparaba Pelusi los bizcochos! Se relamieron hasta los dedos.

El señor Topo pensó que un bañito en el arroyo no les vendría nada mal.
Pelusi salió dando saltos hacia el río gritando:

-El primero en mojarse será campeón jajaja- se tiró al agua y empezó a salpicar a Panda y a Kimono…

-Acabas de declarar la guerra del agua- dijo Panda riendo y salpicando a todos.

-¡Todos contra la reina de las nueces! ¡A por ellaaaa!- gritó Kimono dispuesto a ganar la batalla acuática.

Pasaron el resto de la tarde jugando en el agua. Cuando sus estómagos empezaron a protestar volvieron a casa a cenar, fue entonces cuando señor Topo se dio cuenta que los lunares de Pelusi ¡no estaban! Panda se decidió a contárselo sabiendo el disgusto que iba a sentir su amiga.

-Oh noooo! Mis lunares han desaparecido, el agua los ha borrado, ¡ayyyy!, ¡ayyyy!- empezó a llorar de nuevo Pelusi.

-Tenemos que hacer algo- dijo señor Topo tapándose los oídos.

-Tal vez podríamos pegarle unos trozos de plastilina- agregó Panda

-¿Y con qué se los piensas pegar? La plasti pesa mucho, se le caerán de nuevo- comentó Kimono tratando de pensar en una nueva idea.

Estuvieron un buen rato pensando posibles soluciones, pero ya era demasiado tarde y el cansancio no les dejaba pensar con claridad. Kimono y Panda se marcharon prometiendo volver por la mañana. El señor Topo se quedó un rato más.

-Tengo una idea, mañana tendrás tus lunares ¡te lo prometo!- dijo Topo antes de irse a dormir.

Pelusi se acostó con la esperanza de que resolvieran su problema.
Por la mañana el señor Topo se acercó a ver a Pitusa, la más popular entre las mariquitas del bosque. Hablaron de lo que le pasaba a la ardilla.

-En el bosque hay muchas mariquitas, ¡se me ocurre una idea!- dijo Pitusa muy pensativa. -Creo que podemos ayudar a Pelusi- concluyó.

El señor Topo se presentó en casa de Pelusi acompañado por un gran número de mariquitas.

-Mira Pelusi, aquí están tus lunares, y estos no se borran con el agua- decía señor Topo muy contento con la nueva idea.

Las mariquitas se subieron a la cola de la ardilla, formando círculos a modo de lunares.

-¡Qué genialidad!- dijo Pelusi -.

“Mi prima se va a quedar de piedra cuando me vea” pensó la ardilla radiante con su nuevo aspecto.

-¡Estoy muy contenta!, gracias señor Topo- dijo Pelusi entre brincos y risas.

-Uf ¡`menos mal! Ahora podremos respirar tranquilos en el bosque jiji- dijo Panda cuando vio la nueva solución.

Al día siguiente llegó su prima. Panda, Topo, Kimono y Cuchufleta la acompañaron a la estación de autobuses. Las mariquitas que también iban con ellos, se colocaron en su cola como ensayaron el día anterior.

-Ahí llega-dijo Pelusi emocionada.

De pronto empezó a soplar un fuerte viento que arrastró a las mariquitas despegándolas de su cola. Su prima ya se dirigía en dirección a ella, suspiró desanimada, pero pensó que no debía estar alegre para recibir a su prima aunque no tuviera lunares en la cola.

-¡Pelusi! Que ganas tenía de verte- dijo Isa abrazándola.

Camino del bosque Pelusi no pudo resistirse a preguntar:

-¿Dónde llevas los lunares? En tu carta me dijiste que está de moda.

Isa sacó un lazo de su bolso y se lo ató en la cola.

-¿Te gusta?- preguntó a Pelusi

-¿Los lunares de los que me hablabas se llevan en un pañuelo?- preguntó Pelusi incrédula.

-¡Pues claro!, ¿dónde quieres que los lleve?, ¿pegados en la cola? Jaja- contestó Isa entre risas.

-¡Pegados en la cola!, ¡qué tontería!, ¿verdad chicos?, jajaja- dijo Pelusi mirando a sus amigos muy avergonzada, mientras intentaba disimular lo tonta que se sentía.

Una vez en casa de Pelusi, Isa sacó un gran lazo blanco, lleno de lunares rosas. Se lo regaló para su cola. Pelusi se lo puso, se miró en el espejo y empezó a reír al recordar los lunares pintados. Todos rieron con ella. ¡Qué tontos habían sido! Jajaja
Isa los miraba sin entender qué les hacía tanta gracia. Su prima le contó todo lo que hicieron sólo para impresionarla.

-¡Ja ja jaja!- reía sin parar Isa- jajajaja, ¡una cola de lunares!, jajaja

Pelusi lo pasó genial en compañía de su prima y se prometió a sí misma no volver a ser ¡tan presumida!

¿Crees que merece la pena pasarlo mal sólo para presumir? ¡A que no!

Y naranja anaranjado, este cuento ha terminado... ¿Os ha gustado?

*Cuchu*

lunes, 30 de agosto de 2010

Aventuras en el Bosque // ¡El Mono Kimono toca el tambor!



¡Pom! ¡Pomporrompom!
El bosque retumba...
-¿Qué ruido es ese? Me voy a volver majara con tanto jaleo- protesta Señor Topo.
¡Pom! ¡Pom! Pomporrompom!
El señor Topo salió de su madriguera ¡tenía que enterarse qué era ese ruido! Siguiendo el sonido llegó al árbol de Kimono. El ruido era tan fuerte que por más que señor Topo gritaba a su vecino, éste no se enteraba de nada. Kimono no paraba de tocar un viejo tambor. Acababa de encontrarlo en lo más profundo del bosque de los duendes traviesos, nunca nadie había llegado tan lejos.
-¡KIMONOOOOO! ¡KIMONOOOOOO!- gritaba Topo tan fuerte como podía.
Llegaron más vecinos tras el estruendo. Pelusilla lanzó una nuez con intención de dar al tambor, pero el cogote de Kimono se cruzó en el camino del fruto…
-¡Ayyyyyyy!- gritó el mono, miró abajo para ver quién le atacaba y fue entonces cuando vio a un montón de vecinos enfadados mirándole…-¿Por qué me atacáis? ¿Acaso voy yo a molestaros a vuestra casa?
-¡NOOOOOO! Nos molestas desde la tuya ¿Acaso estás sordo? ¡No hay quien pare tranquilo con tanto ruido!- contesta señor Topo muy, pero que muy enfadado.
-¡Eres un Merluzo! ¡No hay quien pare en el vecindario!- grita Pelusilla furiosa
-¡Pero si estoy tocando música! No sabéis apreciar el arte- les explica Kimono sin entender tanto enfado.
-¿Música? ¿Eso es música? ¡Pero si yo pensaba que se estaban cayendo las montañas!- gruñe señor Topo

-Vale ya lo dejo, no pretendía molestar- dijo Kimono decepcionado por no poder tocar su tambor. A él no le parece que sea para tanto.

**********

Panda había pasado todo el día en la ciudad visitando a su tía Pipina, estaba un poco cansado del viaje. Pensó tumbarse un rato antes de salir en busca de sus amigos…
¡Pomporrompo! ¡Pom! ¡Pom! ¡Pom!
-¡Ay que susto!- gritó Panda -¿Qué es eso?- se levantó de la cama para ir a ver de dónde provenía el escándalo. En el camino se encontró a Pelusi con Topo y unos cuantos vecinos más, parecían estar discutiendo sobre algo que les tenía enfadados.
¡`Pomporrompompompom! ¡Pompompom! ¡Porrompompom!
-¡Esto no puede seguir así! ¡Tenemos que hacer algo ya!- dice Cuchufleta con determinación.
-¿Qué está pasando aquí? ¿Y qué es ese ruido tan espantoso?- pregunta Panda al grupo.
-Kimono ha encontrado un tambor y no para de hacer ese ruido, había prometido parar, pero al parecer el ruido le ha afectado el cerebro. ¡O para o no me quedará más remedio que irme de aquí!- Explica Topo al oso.
-¿Por qué no hacemos lo mismo que Kimono? Tal vez al escuchar mucho ruido comprenda…- alegó Panda
Después de un rato decidieron que la idea del oso era la más acertada…

**********

Kimono limpió su tambor y vio unas letras en el lateral “No podrás resistirte a mi encanto, sólo serás feliz tocando”
-Cuánta razón tiene esta frase… cada vez me gusta más tocar el tambor- dicho esto se metió en la cama a descansar. Nada, no podía dormir, su cabeza sólo pensaba en tocar el tambor. A las cinco de la madrugada ya no pudo más…
¡Pom! Pompom! ¡Porrompompom!
-¡Bastaaaaaaaaaaaa!- gritó Cuchufleta desde su casa
Kimono salió al exterior tocando sin parar…
-¡Kimono si sigues así te impondré un castigo!- gritó señor Topo – ¡No puedes molestar de esa manera, estás faltando al respeto y a la convivencia!- concluyó.
-¡No puedo parar! El tambor me hipnotiza…seguro que es de alguno de esos duendes traviesos del bosque… ¡Socorroooo!
Kimono tocaba y tocaba, estaba agotado ¡necesitaba dormir! ¿Por qué seguía tocando entonces?
-Señor Topo creo que esto es un caso muy especial, tal vez deberíamos llamar a la cabra Kika. Suele ser de mucha ayuda en casos extraños como éste- argumentó Cuchufleta desesperada ante la situación.

**********

La cabra vivía bastante alejada, en lo alto de la montaña, como siempre hace mucho frío en esa zona, el elegido para la misión fue Panda. Salió en su busca esa misma mañana.
La cabra estaba cantando en lo alto de una roca:
-“Soy una cabra lecheraaaaaaa” “Te doy leche merengadaaaaaa” “Hay que cabra tan saladaaaaaaaaa, tolon tolon”
-Buenas tardes señora Kika- saludó Panda tratando de disimular la risa, por lo mal que cantaba la cabra.
-¡Panda! Qué alegría verte por aquí- contesta Kika muy contenta…en realidad ella siempre está contenta.
Panda le explicó el motivo de su visita…
-¡No sabemos que hacer! Kimono pide socorro porque no puede parar de tocar- dice Panda lleno de confusión.
La cabra lo acompañó al bosque en seguida. Cuando llegaron ya era de noche…
Kimono seguía haciendo ruido, mientras Pelusilla no paraba de llorar y Cuchufleta paseaba de un lado a otro. El señor Topo había metido la cabeza en su madriguera debajo de la almohada.
¡Todos estaban desesperados!
-¡Vecinos ya he llegado!- saludó la cabra- creo que sé lo que le pasa a Kimono.
Todos salieron a su encuentro.
¡Pomrropopom! ¡Porompompero!
-¡Por favor Kika ayúdame! Este tambor no me deja parar- suplica Kimono
-El tambor tiene un hechizo- confirmó Kika
¿Un hechizo? Preguntaron todos al unísono.
-Sí, Kimono se adentró en el bosque de los duendes traviesos, cogió el tambor sin preocuparse de a quién pertenece. Los duendes protegen sus cosas con un hechizo…
-¡Siiii! El tambor tiene una frase que dice “No podrás resistirte a mi encanto, sólo serás feliz tocando”- dijo Kimono exhausto.
Kika les explicó que había que devolver el tambor a su lugar de origen, sólo así volvería la calma al bosque. Les pidió que acompañaran a Kimono, para evitar alguna que otra travesura de los duendes…

**********

Panda, Pelusilla, Cuchufleta, Topo y Kika acompañaron a Kimono sin dormir, salieron esa noche a devolver el tambor ¡eso sí, con los oídos tapados!
¡Todos estaban muy asustados! Era la primera vez que entraban a un lugar como ese de noche y encima haciendo ruido.
Un hombrecillo verde con orejas puntiagudas les cortó el paso.
-Alto ahí gente de otro lugar. ¿Qué se os ha perdido en mi bosque?- pregunta el duende con una ceja levantada.
-¿Tu bosque? ¿Cómo puedes ser tan presuntuoso? Este es el bosque de los duendes…- contestó Pelusilla
-En este bosque sólo hay un duende, y ese soy yo… este es “el bosque del duende”, y ese tambor es mío ¡devuélvemelo ladronzuelo!
¡Pomporrompom! ¡Pompomrrompompero!
-Ojalá pudiera, por eso hemos venido ¿me puedes ayudar a dejar de tocarlo? ¡No puedo hacerlo yo solo por más que lo intento!- contesta Kimono sin aliento.
El duende empieza a dar vueltas alrededor de Kimono diciendo unas palabras muy raras…después sopló al tambor y ¡qué silencio!
¡Uffffff por fin!!!
-Mono esto te ha pasado por coger lo que no te pertenece sin permiso. Espero hayas aprendido la lección- riñó el duende a Kimono.
-Prometo no hacerlo nunca más ¡nunca más! Ya he tenido bastante…-contestó el mono moviendo mucho los brazos.
¡Hemos tenido bastante! Dijeron todos.

**********

Se despidieron cordialmente del duende, que prometió hacerles una visita al bosque, para enseñar a Kimono a tocar el tambor.
Esa noche por fin reinó la paz de nuevo y todos durmieron a pierna suelta.
Panda y Pelusilla estaban tumbados boca arriba en el claro que hay junto al río…
-¿Ves esa estrella grande? Te la regalo Pelusilla- dijo Panda a su amiga
-¡Ni hablar! Primero pide permiso en el cielo, a ver si vamos a meternos en otro lío- dijo Pelusi riendo
Se quedaron mucho rato disfrutando del silencio. Los demás ya estaban todos durmiendo ¡ Sobre todo Kimono!

Por cierto ¿Sabéis cómo se llama el duende? Sí, el dueño del tambor hechizado… ¿Ya lo habéis adivinado? Hay una palabra escrita de forma diferente por todo el cuento ¡Ese es su nombre!
Y Naranja anaranjado…este cuento ha terminado ¿Os ha gustado?
*Cuchu*



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viernes, 23 de julio de 2010

¡Cazando Ranas!

Carolina ya estaba esperando en el coche de papá con su hermano Erik al lado.


-Carol ¿vamos a cazar ranas? Yo quiero cazar una… ¿Y dónde la metemos? Necesita una casa o se morirá…. Papá tendrá que hacer algo…

-Erik ¡cállate un ratoooo! Primero tenemos que llegar al campo, y luego ya veremos qué pasa ¡tranquilízate! – gritó Carol que ya tenía la cabeza como un bombo.

-En marcha- dijo papá y arrancó el coche…

El trayecto se hizo un poco largo, aguantar a Erik más de una hora hablando y hablando era insufrible. Cuando llegaron Carolina se bajó emocionada. Los días de campo eran sus favoritos, en verano eran muy frecuentes…

-Vamos Erik que te llevo a la charca a por ranas. Que no se te olvide la red – dijo a su hermano.

Carolina conocía muy bien aquél lugar, y no había nada peligroso. Además ya tenía ocho años, cuatro más que su hermano. Sus padres le daban permiso porque la charca estaba justo al lado de donde se instalaban a pasar el día.

Las ranas estaban encima de unas piedras en el centro de la charca, estaban todas juntas tomando el sol… Había cinco y no se movían.

-¡Carolinaaaaa! ¡Carolinaaaaa! Mira cuantas ranas….nos vamos a hinchar!!! – gritó Erik sin poder creer lo que veía.

Las ranas se asustaron con sus gritos y empezaron a dar saltos cada una hacia un lado. En cuestión de un minuto desaparecieron.

-Chssssssssssss chssssssssss ¡silencio! – Dijo la niña en voz muy bajita – Si gritas las espantas, ahora tendremos que esperar a que vuelvan a salir ¡qué paciencia tengo que tener contigo!

Llevaban más de una hora esperando tumbados en el suelo, pero las ranas no salieron, Erik las asustó tanto que se no atrevieron a salir en toda la mañana.

-Niños vamos a darnos un baño – mamá les esperaba con las toallas en la mano.

Se fueron al río con sus padres y Carolina se divirtió mucho enseñando a nadar a su hermano. Le pusieron unos manguitos en los brazos para que flotara, pero cada vez que Erik se reía abría la boca y se tragaba el río jaja

Su papá les prometió que por la tarde iría con ellos a cazar ranas. Se fueron los tres mientras mamá se relajaba leyendo un libro.

-Chsssssss silencio ¿las veis? están detrás de aquellos juncos… no hagáis ruido mientras me acerco… – dijo el padre muy cauteloso.

Tiró la red y cazó tres ranas de una sola vez, con mucho cuidado las metió en una caja de plástico para que las mantuviera húmedas.

-Vivaaaaaa ¡hemos cazado tres ranas! ¡Hemos cazado tres ranas! – cantaba Erik dando vueltas alrededor de su padre.

-¡Qué bonitas papá! Ahora tendremos que preparar un estanque para ellas en el jardín ¡Serán las ranas más felices del mundo!

-Bueno las tendremos solo por unos días, su charca está contaminada y si no las sacamos morirán todas. Tengo que coger las dos que faltan ¿me ayudáis?

Tardaron toda la tarde hasta capturar las dos últimas. Cuando las metieron en la caja se quedaron todas muy calladas.

- Papá por qué no dicen nada? – preguntó Erik

-Están asustadas, será mejor irnos a casa. Mañana les prepararemos el estanque. – Dijo papá

El domingo por la mañana construyeron entre todos un precioso estanque con piedras y todo. Lo hicieron lo más parecido a la charca por el bien de las ranas. Lo llenaron de agua y las soltaron.

El padre de Carolina y Erik se dedicaba a proteger las especies animales en peligro. Cuidarían de las ranas hasta que hubiera una charca natural para ellas, donde estuvieran seguras. Pero mientras Erik y Carol disfrutarían de su compañía…

Los niños se pasaban el día observándolas en silencio para no asustarlas. A Erik le impresionó ver cómo lanzaban su larga lengua para capturar insectos.

-¡Qué puntería tienen! ¡Las cazan al vuelo! – decía el niño asombrado. Él sacaba la lengua tratando de imitarlas y su hermana se reía de las caras raras que ponía.

Por la noche el croar de las ranas hacía dormir plácidamente a todos…

Pasó un mes y el padre de Carolina y Erik ya tenía un lugar para soltarlas.

-Estarán muy seguras, es un lugar protegido, nadie podrá cazarlas y podrán reproducirse sin peligro- les dijo papá.

Ese mismo domingo viajaron hasta la charca protegida. Carol llevaba en la caja tres ranas y Erik metió las otras dos en su caja. Estaban emocionados por lo importante que era su cometido.

-Estamos ayudando a una especie animal, les damos protección ¡somos héroes! – dijo carolina a su padre

-¡Siiii! Yo soy Spiderman – gritó entre risas el pequeño Erik

-Estás más loco que una cabra jaja – rió Carol

Cuando llegaron al lugar Erik quiso ser el primero en soltarlas, después le siguió Carolina. Se quedaron mirando cómo las ranas buscaban un lugar donde acomodarse… ¡Qué orgullosos se sintieron de su padre!


-Papá cuando sea mayor quiero dedicarme a salvar animales ¡es algo precioso! – dijo Carolina

-Si yo también quiero, así podré seguir cazando ranas – secundó Erik

-No está bien que caces ranas – dijo papá sonriendo

-¡Pero si es para salvarlas! ¡Las cazo y las salvo papá!

Carolina y su padre se echaron a reír….

Aquella charca era su secreto, sólo ellos podían ir a visitar a sus amigas una vez al mes, aunque a veces llevaban a sus amigos para que las conocieran.

¡Qué bonito resulta ayudar a los animales!

*Cuchu* Safe Creative #1007236903685

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